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En la iglesia se celebraba una fiesta para conmemorar la milagrosa victoria, y Jaime, sentado junto a su madre en un sitio honorífico, estremecíase de emoción escuchando al predicador, lo mismo que cuando leía una novela interesante en la biblioteca que su abuelo tenía en Palma, en el segundo piso de la casa.

Hay que confesar que el olfato especial de las aiglemontesas en materia de sermones no les había engañado. El predicador ha hablado muy bien y, sobre todo, de un modo original, lo que, vista la rareza del caso, produce siempre placer.

Por fin la puerta se abre y es entonces una de hombreo y codo para ganar los buenos sitios, que permite a los más robustos ponerse al alcance de la voz del predicador.

Era indecible el gozo y consuelo del ferviente Misionero, viendo crecer, por medio de la gracia del Espíritu Santo, á aquellas plantas noveles, no sólo en la piedad, sino en el número; porque corriendo la voz de que había en el país un predicador de la ley santa, los indios Penoquís, que estaban más adelante, hacia Santa Cruz la Vieja, le despacharon una embajada pidiéndole les hiciese una gracia y se dignase visitarlos, porque querían hacerse también ellos cristianos, y que si no iba, ellos, con su buena licencia, vendrían á verse con él.

Hablaba de la felicidad de los hombres después de un golpe revolucionario que cambiase la organización de la humanidad, con arrobamiento místico, como un predicador cristiano al describir el cielo. El hombre debía buscar la felicidad únicamente en este mundo.

Fray Miguel, al empezar este relato y al presentarle yo a mis lectores, no era escritor, ni predicador, ni por nada se distinguía. Cualquiera otro fraile de su mismo convento era más notable que él. Antes de entrar en la vida religiosa tampoco había conseguido señalarse.

Así, por ejemplo, el pregonero desde el balcón de las Casas Consistoriales lee en voz alta la sentencia que condena a Jesús a muerte afrentosa en una cruz, y entre dos ladrones, por enemigo del César y por otros muchos delitos. El predicador exclama entonces: Calla, falso pregonero; calla, viperina lengua, y oye la voz del ángel, que dice....

Después, por encima de las cabezas, vio asomar los picos dorados de una mitra. Cesó el órgano y escuchó la voz gangosa de un predicador que pronunció largo sermón, aunque no pudo entender una palabra de lo que decía.

Y corrió presuroso á su gaveta, cogió un legajo y se lo entregó á doña Paulita, que lo tomó del peor humor del mundo. Cayósele de la mano, recogiólo con presteza el predicador, y se lo volvió á dar diciéndole: ¿Pero está usted mala de veras? Veo que no puede usted tenerse en pie. Le tengo dicho que es bueno hasta cierto punto el ayuno, y nada más ... y usted siempre en sus trece....

Oigo a Celestina murmurar algo sobre San José, y comprendo. Aquella mujer, ferviente del celibato, está ya al corriente de la historia de la oración de la abuela y protesta a su modo. ¡Dichoso país, donde las noticias se propagan con tal facilidad! Verdaderamente, nos sobra el teléfono. Esta tarde, en las vísperas, había poca gente, a pesar del atractivo de un predicador forastero.