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Quizás todas aquellas invocaciones que la señora hizo a los santos obtuvieron buena acogida, y algún ángel inspiró al ratoncito Pérez la idea de dejar para otra vez el recuento de sus ahorros. Pero la Pipaón no las tuvo todas consigo hasta que no le vio guardar la arqueta, ponerla en su sitio cuidadosamente, como se pone en la cuna un niño dormido, y echar la llave a la gaveta.

A las veces renuncio a copiar estas páginas envejecidas en la gaveta, y que acaso no serán entendidas de la generación presente, que ha de leerlas deprisa en el folletín de un periódico.

Don Baldomero, acentuando más su sonrisa paternal, abrió una gaveta de su mesa y sacó un objeto envuelto en papeles. «Y le compré esto... Es un acordeón. Pensaba dárselo cuando lo trajerais a casa... Verás qué instrumento tan bonito y qué buenas voces... veinticuatro reales». Cogiendo el acordeón por las dos tapas, empezó a estirarlo y a encogerlo, haciendo flin flan repetidas veces.

Los frascos de morfina están ahí, en salvo en el fondo de mi gaveta; un presentimiento me decía que algún día los necesitaría, cuando los reservaba secretamente, a despecho de las órdenes de mi anciano tío el doctor. Las pocas horas de sueño que he perdido me serán devueltas así al céntuplo. Escribiré todavía una carta a mi tío; él será mi heredero y mi confidente.

Ella, la verdad sea dicha, aunque tenía una razonable contestación que dar á aquella pregunta, no se atrevió; y doblando tristemente su obra, fué á sepultarla en la cómoda. Elías no se ablandó por esta prueba de sumisión, y en tono más agrio y severo le dijo al verla tirar de la gaveta: Cuando digo que te has echado á perder....

Hubiera deseado quedarse ahí, sin agregar una sola palabra, mirándoles fieramente desde lo alto de su orgullo; pero cuando el calificador Quiroga señaló con maliciosa expresión la daga sarracena que habían encontrado en la gaveta de su escritorio, fuerza fue referir toda la aventura desde el comienzo, haciendo constar la razón de su amancebamiento con Aixa, describiendo la escena de la lucha, los cuidados de las mujeres y del morisco, y explicando, en fin, el origen de aquel presente, que guardaba como una honrosa prenda de su jornada.

Porque las rúas de la corte son mares procelosos por donde bogan estos navegantes en busca del vellocino, que suele hallarse en la gaveta de algún amigo ingenuo y sentimental.

Los viernes y vigilias comen sus habas guisadas con agua y sal. Las fiestas recias comen su abadejo. Anda un paje con la gaveta del brebaje en la mano, y con su taza, dándoles de beber harto menos y peor vino, y más baptizado que ellos querrían.

Cuando su hija, muerta de vergüenza, le pedía algún dinero para Mario, la buena señora reía, echaba a broma la petición y la mitad de las veces no hacía caso de ella. Otras decía que la llave de la gaveta la tenía su marido y no se atrevía a pedírsela. Otras, en fin, se dirigía a Mario.

Mandaré despejar las tribunas... ¡A votar, a votar! ¿Votos a ? ¿Queréis saber con qué poderes gobierno? Ahí los tenéis: se cargan por la culata. He aquí mis votos: me los ha fabricado Krupp... Pero ¿qué ruido es este?¿Quién corretea en mi cerebro? ¡Eh!, ¿quién anda arriba?... Ya, ya; es la gota de mercurio, que se ha salido de su gaveta...».