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Actualizado: 12 de junio de 2025


Me acordé de que en sus famosas saturnales los romanos trocaban los papeles y que los esclavos podían decir la verdad a sus amos. Costumbre humilde, digna del cristianismo. Miré a mi criado y dije para : esta noche me dirás la verdad. Saqué de mi gaveta unas monedas: tenían el busto de los monarcas de España. Cualquiera diría que eran retratos; sin embargo eran artículos de periódico.

«No hay ni puede haber prosperidad sin administración afirmó D. Carlos, abriendo la gaveta y mirando dentro de ella . Yo quiero que Francisca administre, y cuando administre... Cuando administre, ¿qué? dijo Benina con el pensamiento . ¿Qué nos va usted a dar, viejo loco, más loco que los que están en Leganés?

Aunque ello sea en desdoro de Pablo Aquiles, diré que una vez pretendió meter mano en la gaveta del padre, pero la terca cerradura no se dejó violentar y aquí paró la tentativa. ¡Y qué hacer, cuando se tiene veinticinco años, la cabeza llena de ilusiones, el corazón de deseos y los bolsillos vacíos!

Tal cosa había quedado en la tercera gaveta de la cómoda; tal otra en el armario de luna... Pero ya no había remedio. Por cada objeto que no tenía, Isidora echaba a volar media docena de suspiros, encargados de transmitir su desconsuelo a las insondables esferas de lo pasado. Riquín parecía mejor.

Eugenio de Salazar refiere años después que el capitán, maestre y piloto comían en una mesa; todos los demás lo hacían en cubierta sobre un pedazo de lona que más que de mantel servía para no manchar las tablas. Los marineros tenían platos grandes de madera en común y una gaveta de lo mismo para el vino.

Tiéndense los músculos del pecho, se contornea la espalda, y el ángulo del codo y las suaves curvas del hombro describen en su dilatación graciosas líneas que dan armoniosa expresión escultural á toda la figura. Concluida la operación del peinado, Clara echó una mirada de deseo y desconfianza á la última gaveta de la enorme cómoda en donde tenía su ropa.

Al principio, ella los rechazaba con rubor, pero después los guardaba en su gaveta, llamándome cariñosamente su ángel tutelar. Un día en que yo andando sigilosamente sobre la espesa alfombra siria, entré en su tocador, ella estaba escribiendo, muy pensativa, con un dedo en el aire. Al verme, pálida y trémula, escondió el papel que ostentaba en tinta roja su monograma.

¿Seré yo la séptima persona? Querido tío, ya me he quitado la máscara. Di el favor y eché mano de la llave de mi gaveta. En el día no hay rentas que basten para nada; tanto baile, tanto... en una palabra, tengo un compromiso. ¿Se acuerda usted de la repetición de Breguet, que me vio usted días pasados? , que te había costado 250 pesos. No era mía. ¡Ah!

Tomó de una gaveta, donde muy guardados estaban, los papeles que su tío le había dado, y que eran testimonio de su derecho incontestable; a saber: dos partidas de bautismo, varias cartas y otro documento interesantísimo. Pasó la vista por ellos, aunque ya se los sabía de memoria, y los guardó.

Quedaban los más con hambre pero dábanse por contentos siempre que el paje encargado de la gaveta del vino pasase con frecuencia ante ellos taza en mano. Olvidaban los pasajeros todos los martirios y miserias de la navegación a la vista de las Indias.

Palabra del Dia

rigoleto

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