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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Pero en ocasiones, atacado de cierto espíritu sarcástico y jocoso, pretendía burlarse repitiendo del modo más desdichado las bromas de Moreno. Hola, Sr. Llot, ¿cuántas misas ha oído usted hoy? ¿Ha estado usted en las Góngoras esta tarde? Godofredo no se daba por ofendido; sonreía dulcemente, acostumbrado a aquellos martirios que a causa de su piedad le infligían los amigos.

Cuando nos paseábamos por los jardines de San Martino, tal vez estaba agonizando de hambre, de sufrir martirios, ¡y yo, como una heroína de novela, como una colegiala loca, besándome contigo, haciéndote promesas!... Además, ¡la llegada del telegrama en la misma tarde que ibas á venir , como algo definitivo en mi existencia! ¿No vea una intervención superior, un castigo á mi maldad?

Pero este hermoso sueño fué turbado por un pensamiento cruel que heló su corazón. Ella no podía entrar en el cielo. Ya no era inocente y pura como en otros tiempos, y no ofrecería en remisión de sus pecados veniales una vida de martirios y humillaciones. Había destruído con una venganza ruin todos sus merecimientos. No era más que una infeliz pecadora, una despreciable adúltera.

De pronto, el paraíso que llevaba en la cabeza se hizo humo. Recibimos la noticia, no cómo, de la prisión da Von Kramer y de que habías sido su delator. La doctora me increpó, haciéndome responsable de todo. Por te había conocido, y esto fué bastante para que me incluyese en su indignación. Todos los nuestros hablaron de tu muerte, deseándotela con los más atroces martirios.

María era de natural compasivo y le dolían los martirios de la niña, aunque no los conocía todos, porque Amalia procuraba guardarse de los criados, exceptuando Concha. Si no era suelta de lengua, no se la mordía tampoco para censurar en la cocina la conducta de su señora. Querida, esto es peor que la Inquisición. No parece que estamos entre cristianos, sino entre perros judíos.

Uno de los martirios de su exclusiva invención fue pincharla las manos con un alfiler, y tanto le gustó que en pocos días las tuvo llenas de picaduras: apenas había sitio donde poner otra. Esta tarea ferocísima solía encargarla a su verdugo de órdenes, Concha, quien la desempeñaba a conciencia.

Al fin el conde se decidió a escribir una carta a su antigua amante. «En este momento acaban de decirme que nuestra Josefina, nuestra adorada Josefina, está padeciendo martirios increíbles de tu mano. Creo que es una vil calumnia. Conozco tu genio, que es vivo y fogoso, pero noble. No puedo atribuirte semejante cobardía.

Tendíase la niña boca arriba llevándole abrazado, le apretaba contra su pecho, le besaba, y a veces, olvidada de sus martirios, derramaba lágrimas de ternura. Pero cualquier rumor en la habitación contigua le hacía levantarse sobresaltada con el espanto en los ojos, arrojaba el gato lejos de y esperaba inmóvil lo que viniera. Casi siempre algún castigo cruel.

Uno de los principales martirios de mi vida, el mayor quizás, es la vana aquiescencia con que se doblegan ante todas las personas que trato. No si consistirá en mi posición o en mis grandes riquezas; pero es lo cierto que en donde quiera que me presento, no hallo sino personas que me enfadan con sus degradantes cumplidos.

Finalmente, todas las dueñas le sellaron, y otra mucha gente de casa le pellizcaron; pero lo que él no pudo sufrir fue el punzamiento de los alfileres; y así, se levantó de la silla, al parecer mohíno, y, asiendo de una hacha encendida que junto a él estaba, dio tras las dueñas, y tras todos su verdugos, diciendo: ¡Afuera, ministros infernales, que no soy yo de bronce, para no sentir tan extraordinarios martirios!

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