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De D. Álvaro, fácil es pasar a la gran figura del Magistral D. Fermín de Pas, de una complexión estética formidable, pues en ella se sintetizan el poder fisiológico de un temperamento nacido para las pasiones y la dura armazón del celibato, que entre planchas de acero comprime cuerpo y alma.

Yo no soy de la madera de esas solteronas... Yo no deseo casarme, pensar y no estoy desocupada... No, tranquilízate; si permanezco soltera tendré siempre el alma igual y alegre y seré un ejemplo extraordinario de felicidad en el celibato. Quién sabe... murmuró la abuela pasándose la mano por la frente.

Es una garantía. ¿El ser moreno es una garantía? dije dando una carcajada. ¡Ah! querida abuela... Y aprovechando la alegría que se leía en el semblante de la buena señora, cambié bruscamente de conversación. ¿Sabes dije, que las leyes, según este librote, se acordaban en otro tiempo con la religión para condenar el celibato?

, pero sobre todo la presciencia de los peligros que hace correr a aquellos a quienes tiene la misión de guardar y no guarda... En el estado actual de nuestras costumbres, ¿qué puede hacer una joven que quiere casarse y no encuentra con quién?... Resignarse en el celibato respondió la de Ribert. No hay otra cosa.

¡Qué calor, querido Hardoin! dijo Raúl riendo. ¿Será capaz de hacerle a usted renunciar al celibato? ¡Oh! yo soy como el señor cura; me limito a casar a los demás. ¿Es bonita? preguntó con curiosidad la muchacha. No la he visto todavía respondió el joven diplomático con un soberbio aplomo. Es muy distinguida dijo el notario. Y tiene además un aspecto modesto y decente apoyó el cura.

En cuanto a mi amiga, harto la he exhortado, condenando su insistente celibato, y se me figura que al fin mis prédicas no serán inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad está vacilante, y en aquello de si caigo o no caigo; de modo que si una persona tan respetable como el Sr. D. Pedro uniera sus amonestaciones a las mías... D. Pedro estaba verde, amarillo, jaspeado.

En primer lugar, la maldad de algunas de ellas, mis dos malas lenguas de la Catedral; después el matiz grisáceo y desteñido de las pobres solteronas resignadas con su estado, en lugar de estar alegres; en fin, la omnipotencia notable de las recalcitrantes del celibato que dejan caer sobre todo el mundo, en general, y sobre cada cual, en particular, el peso de su descontento perpetuo.

Hasta ahora mi vocación es más bien vaga, lo confieso. ¡Qué lástima que la abuela encuentre tan inconveniente el quedarse soltera! Creo que me estaría como un guante la vocación del celibato. 4 de octubre. La abuela ha tomado en serio su idea del matrimonio.

Los flamencos atraían el sábalo con el ruido de las campanillas. Lo mejor de los animales, y que se ha llegado á destruir casi del todo á fuerza de persecuciones, era el matrimonio. Aislados, fugitivos, ahora sus amoríos son pasajeros, viéndose compelidos á guardar un mísero celibato, de cada día más estéril.

Y le puso primero el dedo en la frente y después en el sitio del corazón. Cuando venga alguno que sepa interesarte de verdad, ya se verá cómo desaparecen todas esas ideas de celibato. Cecilia levantó los hombros y volvió a quedarse con los ojos extáticos, rehuyendo la conversación. Ya no salía tantas veces con su cuñado de caza. El cuidado de las niñas reclamaba su presencia.