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Actualizado: 12 de octubre de 2025
No hay más que dos maneras honradas para una mujer de tomar puesto en la vida: el matrimonio y el convento. No comprendo por qué el celibato no es tan honroso como los otros dos medios. No necesitas comprenderlo respondió la abuela con energía. No se permanece soltera; eso no se hace. Entonces, casamiento o monasterio. El convento no me dice gran cosa dije bajando la cabeza.
Cosa justísima y naturalísima que usted haya resuelto eso. Siendo el destino de la una el claustro y de la otra el celibato, ¿a qué viene el consentirles conversaciones con los jóvenes? Es claro... a qué viene... No aprenderían más que cosas malas, pecados... ¡y qué pecados!
Sí, abuela dije en cuanto se fue Celestina, quiero seguir a las solteronas a través de las edades. ¿Ves en ello algún inconveniente? Veo los de hacer un viaje muy fastidioso y de singularizarte de un modo ridículo. Sin embargo, antes de decir si estoy madura para el matrimonio, me gustaría saber si el celibato me tienta definitivamente...
Una de las causas más frecuentes de celibato dijo la Fontane, es tener un carácter demasiado independiente. Detestable causa exclamó la abuela dirigiéndome un suspiro. No es ese mi caso afirmó la Sarcicourt, que temía probablemente que se le imputase semejante disposición. En mi vida he sabido lo que era tener ideas fijas y personales... ¡Pobre amiga! respondió Francisca llena de lástima.
Tranquila con el permiso de la abuela, registré la biblioteca y busqué con ardor todo lo que pudiera ilustrarme sobre el concepto de la mujer en la antigüedad respecto del celibato. ¿Aceptaba sin repugnancia la idea del matrimonio?... ¿Sentía alguna contrariedad al casarse?... ¿Hubiera experimentado cierto alivio sabiendo que estaba libre de una obligación que le creaban las leyes religiosas y civiles?...
Sí respondió Francisca poco convencida, para las almas hermosas puede tener atractivos todo eso... Para las almas inferiores como la mía, no tiene ninguno. Yo creí, Francisca dijo la abuela con tono de reproche, que tenía usted corazón. Mi corazón se atrofia en el celibato respondió Francisca sin miramientos. Siento que me voy volviendo mala... Buena solterona murmuró Petra a la sordina.
En realidad añadió Francisca viendo que había ido demasiado lejos, estoy hablando en broma. Me sacáis de mis casillas con vuestros gustos de celibato. Es horrible volverse un ser ridículo, malo, maldiciente y charlatán... una sobra. Yo no creo ser una sobra protestó vivamente Genoveva. Tú, puede que no concedió con generosidad Francisca, pero las demás... Dios mío, no es ese mi ideal.
Pero con todo, y a pesar de ello, le afirmaron que él ideal de la vida no es la existencia en el seno de la Naturaleza, ni la fecunda guerra del trabajo ni la pasión de la verdad o del arte, sino la muda y estática contemplación de lo divino, el celibato estéril, el claustro, la pobreza, el ayuno, el desprecio de sí mismo y el ansia de llegar a la muerte como a puerta mágica desde cuyo umbral se perciben los eternos albores del paraíso de los justos.
San Pablo no había dado más que un consejo y los siglos que siguieron encontraron en él un amplio permiso para condenar a una cantidad innumerable de mujeres, no al celibato mundano voluntario, sino al celibato religioso forzado, tan penoso para las almas a quienes no atrae una vocación especial... ¿En interés de qué? dije más y más poseída de mi asunto.
Le dice a usted todos los reyes godos de memoria sin faltar uno, ¡es que sin faltar uno, Tristanito, créalo usted! En Calatayud, que es su pueblo, ha publicado unos artículos contra el celibato eclesiástico que levantaron roncha en el clero. Ahora está escribiendo un folleto contra Moisés, ¡una verdadera hermosura!
Palabra del Dia
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