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No lo yo, por cierto; sólo Lotario era éste, que con toda solicitud y advertimiento miraba por la honra de su amigo y procuraba dezmar, frisar y acortar los días del concierto del ir a su casa, porque no pareciese mal al vulgo ocioso y a los ojos vagabundos y maliciosos la entrada de un mozo rico, gentilhombre y bien nacido, y de las buenas partes que él pensaba que tenía, en la casa de una mujer tan hermosa como Camila; que, puesto que su bondad y valor podía poner freno a toda maldiciente lengua, todavía no quería poner en duda su crédito ni el de su amigo, y por esto los más de los días del concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas, que él daba a entender ser inexcusables.

No quisiera incurrir en murmuración ni ser maldiciente, aunque sea con todo sigilo y de para Vd.; pero a menudo me doy a pensar que tal vez sería más difícil empresa el moralizar y evangelizar un poco a estas gentes, y más lógica y meritoria, que el irse a la India, a la Persia o la China, dejándose atrás a tanto compatriota, si no perdido, algo pervertido. ¡Quién sabe!

Nadie había que las guiase, así por lo fragoso del sitio, ni de los cabrerizos frecuentado, como por el temor que inspiraba la maldición del ermitaño, pronto a echarla a quien invadía su dominio temporal, o a quien le perturbaba en sus oraciones. Ya se entiende que este ermitaño, tan maldiciente, era pagano.

Allende el seto vive un pariente de mi mujer, pero la suya es lo más mordaz y maldiciente que conozco y como mi aventura llegase á oidos de aquella bruja no me atrevería á asomar la cara fuera de mi casa en un mes. Pero si vos quisierais, mi buen señor, podríais hacerme una grandísima merced con sólo desviaros de vuestro camino cosa de dos tiros de ballesta y....

Cantaba mal, y siempre andaba apuntando con él el catalán, el cual era la criatura más triste y miserable que Dios crió; comía a tercianas, de tres a tres días, y el pan tan duro que apenas le pudiera morder un maldiciente. Pretendía por lo bravo, y si no era el poner huevos, no le faltaba otra cosa para gallina, porque cacareaba notablemente.

SANCHO. No, señor; Que en dos rocines venimos Pelayo y yo. PELAYO. Y los cortimos Como el viento, y aun mijor. Verdad es que tiene el mío Unas mañas no muy buenas: Déjase subir apenas, Echase en arena o río, Corre como un maldiciente, Come más que un estudiante, Y en viendo un mesón delante, O se entra o se para enfrente. REY. Buen hombre sois. PELAYO. Soy, en fin, Quien por vos su patria deja.

En realidad añadió Francisca viendo que había ido demasiado lejos, estoy hablando en broma. Me sacáis de mis casillas con vuestros gustos de celibato. Es horrible volverse un ser ridículo, malo, maldiciente y charlatán... una sobra. Yo no creo ser una sobra protestó vivamente Genoveva. , puede que no concedió con generosidad Francisca, pero las demás... Dios mío, no es ese mi ideal.

Este rival del mayordomo era el propagandista más asidao de las versiones contra el ministro, y tengo la seguridad de que la mayor parte de los cuentos que circulaban en la Casa de Gobierno, como una cosquilla, eran hijos de su labio maldiciente.

Puede decirse que no tenía personalidad propia: todo el mundo le llamaba del mismo modo: «el hermano de la parejanombre con que Madrid entero designaba aquellas elegantes y ex-jóvenes señoritas. El último convidado de los duques era un antiguo periodista amadamado y maldiciente; ducho en dos especialidades, merced a las que vivía haciéndose lado por doquiera.

El ex-alcalde entendía así la libertad; o se perseguía o no se perseguía al clero. Esta persecución y la libertad de comercio era lo esencial. La libertad de comercio para él se reducía a la libertad del interés. Todavía era más usurero que clerófobo. Aunque maldiciente, no solía atreverse a insultar a los curas de tan desfachatada manera, y aquel discurso produjo asombro.