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Procuraba el bueno de Frasquito tranquilizarla, pero inútilmente. Y el desteñido viejo tenía que callarse cuando su paisana le decía: «¡Pero si nunca ha pasado esto; nunca, querido Ponte! Ni una sola vez ha faltado de casa en tantísimos años».

Un áspero bigote cubre su labio superior, uno de esos bigotes duros y agresivos que surgen después de largos años de continua rasura. Su uniforme es viejo, desteñido por el sol y las lluvias. El paño amarillento tiene el color neutro de la tierra. Su brazo derecho pende inerte del hombro y se mueve al ritmo del paso, con el vaivén de las cosas inanimadas.

Algunos reflejos de tenue luz entraban por dos altas y rasgadas ventanas laterales, cubiertas ambas con grandes cortinones de rojo damasco, desteñido y empolvado.

Se ve a mismo acercarse a la gran mesa de tapete verde con paso vacilante, arrastrando sobre la alfombra sus gruesos zapatos clavados. Semejante a muchos chicuelos de París que han soportado duras privaciones, Juan se presenta con una figura flaca y demacrada. Intimidado y tembloroso, hace girar entre sus manos una vieja gorra color azul desteñido, y se detiene ante la comisión.

En primer lugar, la maldad de algunas de ellas, mis dos malas lenguas de la Catedral; después el matiz grisáceo y desteñido de las pobres solteronas resignadas con su estado, en lugar de estar alegres; en fin, la omnipotencia notable de las recalcitrantes del celibato que dejan caer sobre todo el mundo, en general, y sobre cada cual, en particular, el peso de su descontento perpetuo.

Cuando nos sentamos aceptando su invitación, él recogió su desteñido hábito carmesí y se sentó a nuestro lado. Le manifesté la sorpresa que me causaba encontrarlo allí, pero él se sonrió, y dijo: ¿Está usted decepcionado por no haber descubierto otra cosa?

De repente, se abrió de par en par la puerta que estaba en el fondo de la tienda, y se vio salir por ella a una mujer con un niño en los brazos, y otro que la seguía llorando agarrándose a sus enaguas. Esta mujer pálida, delgada, de gesto altanero e indigesto, estaba cubierta con un pañolón de espumilla desteñido y viejo.

Y allí, a mi lado, aplastando todos mis pensamientos, como la sombra de una esfinge gigante se expande y alarga sobre las arenas del desierto, estaba de pie ese corpulento monje, de tez bronceada, pies descalzos, hábito de un carmesí desteñido, su cintura ajustada por un cordel de cáñamo, y con un semblante de misterio, mientras dentro de su corazón se encerraba el gran secreto que había sido legado a y que ocultaba el origen de la fortuna de Burton.

Delante de la entrada del gran depósito de las fabulosas riquezas vive aún el grave monje de barba negra, hábito desteñido y usado, fray Antonio, el amigo de los pobres de Lucca, dividiendo su vida solitaria entre la meditación y atender las necesidades de los desamparados de la fortuna de esa populosa ciudad que se levanta en el verde valle toscano. La iglesia de Roma tiene buena memoria.

Era alta, de aspecto majestuoso, algo abultada de formas, lo mismo que las divinidades pintadas al fresco en los techos; pero de una blancura esplendorosa, las pupilas grises con una lenteja verde en el centro, la cabellera de un rubio flácido y desteñido, como si acabase de surgir de un intenso lavado.