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Sacó del bolsillo un estuche complicado, abrió una hoja en forma de destornillador y con la tranquila habilidad de un ladrón de oficio, se puso á desmontar la cerradura, que á los cinco minutos estaba sobre la mesa. Entonces, cogiendo la cuerda y metiéndola en el bolsillo, dijo: Ponte un abrigo y un sombrero y huyamos. Pero, si encontramos alguien.... Le compro ó le mato; como él quiera. ¡Vamos!

21 Establécete señales, ponte mojones altos; nota atentamente la calzada; el camino por donde viniste, vuélvete, virgen de Israel, vuélvete a éstas tus ciudades. 22 ¿Hasta cuándo andarás errante, oh hija contumaz? Porque el SE

Explicó Ponte Delgado su inopinado renacer a la vida hípica, por el compromiso en que se veía de ir al Pardo en excursión de recreo con varios amigos, de la mejor sociedad.

«Dos meses de pensión han devengado ustedes ya, y ahora nos pondremos de acuerdo para las formalidades que han de llenarse, a fin de que uno y otro perciban desde luego...». Llegó a creer Ponte que hacía una rápida ascensión en globo, y se agarró con fuerza a los brazos del sillón, como el aeronauta a los bordes de la barquilla.

No, señora: allí estaba ese caballero tan fino que la acompaña algunas mañanas; ese que es de la familia de los Delgados, paisanos de usted. Ya... Frasquito Ponte. Figúrate si lo conoceré. Es de mi tierra, o de Algeciras, que viene a ser lo mismo.

Protestó Benina, sosteniendo que la enfermedad de Ponte era de las que exigen trato casero y de familia; en el Hospital se moriría sin remedio, y así, valía más que ella se le llevara a la casa de su señora Doña Francisca Juárez, la cual, aunque había venido muy a menos, todavía se hallaba en posición de hacer una obra de caridad, albergando a su paisano el Sr. de Ponte, con quien tenía, si mal no recordaba, lejano parentesco.

Pero yo no tengo conquistas que hacer, abuela... ¿Cree usted útil que me ponga el traje número uno?... ... ... ¿Qué sombrero?... El Santos Dumont. No, ese no... Ponte más bien el de la pluma amazona que te sienta maravillosamente sobre tu cabello rubio. ¿Maravillosamente?... Bueno, abuela.

Fermín le encargó anunciase a don Luis que pasaría a verle así que terminase su comida, y cerrando la puerta del camarote se quedó solo con Rafael. Vamos, hombre dijo señalándole los platos: ponte de eso. Yo no como contestó Rafael. ¿Que no comes? Vaya... pasarás del aire como todos los enamorados... ¿Pero beber que beberás? Rafael hizo un gesto, como extrañando lo superfluo de la pregunta.

Creo que he preguntado a medio Madrid... y por fin... No ha sido poca suerte encontrar juntas en esta casa a las dos piezas, perdonen el término de caza, que vengo persiguiendo como un azacán desde hace tantos días». Doña Paca le besó la mano derecha, y Frasquito Ponte la izquierda. Ambos lagrimeaban.

Ocurrió el contratiempo grave de que mientras Ponte llamaba con nerviosa furia, decidido a romper la campanilla, subió Hilaria de la calle y abrió con el llavín, y ya no fue posible cortar el paso al intruso, que se precipitó dentro, presentándose ante las asustadas señoras con el sombrero metido hasta las orejas, blandiendo el bastón, la ropa en gran detrimento y manchada de tierra y lodo.