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iPor vida mia! ivivan estos tiempos dichosos! iQuisiera ver a la alegria que viniese a visitar de nuevo estas antiguas murallas! Parece que las ha olvidado del todo. Era necesario primeramente que el castillo cambiase de senor. iOh! ihe visto aqui cosas tan estranas, Herman!

Ahí está la buena señora doña Zobeida, ese ángel de bondad; para ella no hay más sacerdote a bordo que yo: el obispo y el abate, como si fuesen zapateros. ¡Ojalá se resolviese lo de su pleito y cambiase de fortuna! Ciertamente que no me olvidaría... Además, en aquella tierra, según dicen, el exceso de dinero y la abundancia de negocios malean a los sacerdotes.

Todos los inviernos, metidos en el barro, hundidos en la trinchera bajo la lluvia, se decían: «Este será el último.» Y llegaba otro invierno, y luego otro, y á continuación otro, sin que la vida cambiase. De aquí su gesto fatalista y resignado, un gesto de hombres que se amoldan á todo y acaban por creer que su miseria será eterna, que nunca volverán los humanos tiempos de la paz.

Don Marcelo regresó á su casa apretando los dientes, moviendo su bastón de un modo alarmante. ¡Ah, bandidos!... Deseaba de pronto que su cuñada cambiase de sexo; ¿por qué no era un hombre?... Aún le parecía mejor que de repente pudiese tomar la forma de su marido von Hartrott. ¡Qué entrevista tan interesante la de los dos cuñados!...

No obstante, me sentí con ánimos para emprenderlo, y tomé la resolución de «trabajar a la monja» hasta conseguir que renunciase al claustro o cambiase su celda por otra más amplia donde cupiésemos los dos. Además del ningún enojo con que recibía mis atenciones y galanteos, advertí en ella ciertos síntomas sin duda favorables al cambio de estado.

Puede ser respondió ruborizándose. , , estoy enterada de todo. Ayer me la han enseñado. ¡Es preciosa! Lo que es en este asunto le aconsejo que no cambie de gusto. ¿Y si cambiase? Iría usted perdiendo en el cambio probablemente. ¿Y si no perdiese? Haría usted mal de todos modos. La condesa vaciló un instante antes de responder así. Octavio, al observarlo, sonrió levemente.

Y le volvió la espalda para aprovechar el tiempo, antes de que cambiase el vuelo de la suerte. El coronel había comido en el Café de París, rumiando mentalmente los párrafos del acta del encuentro. La consideración de que todos confiaban en su pericia le hacía ser muy exigente consigo mismo. Deseaba algo conciso y brillante que inspirase respeto á aquellos muchachos gloriosos.

Conocía muy bien la criada este fácil girar de los pensamientos y la voluntad de su señora, a quien comparaba con una veleta; y sin tomar a pecho sus displicencias y raptos de ira, esperaba que cambiase el viento. En efecto, este variaba de improviso, rolando al cuadrante bueno; y si en un momento la malva se había convertido en cardo, en otro momento tornaba a su primera condición.

Hablaba de la felicidad de los hombres después de un golpe revolucionario que cambiase la organización de la humanidad, con arrobamiento místico, como un predicador cristiano al describir el cielo. El hombre debía buscar la felicidad únicamente en este mundo.

Escuchando atentamente, en el bote un rumor como el de una persona que cambiase de posición. ¿Quién era aquel hombre encargado de guardar la invención diabólica de Miguel? ¿Estaba despierto o dormido? Llevé maquinalmente la mano al puño de mi daga, y al propio tiempo noté con alegría que hacía pie.