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La diferencia entre dichos estados no debe buscarse únicamente en la claridad y viveza de las sensaciones, y certeza actual que ellas engendran. Es indudable que á veces en el sueño se nos presentan las imágenes con tanta claridad como estuviéramos despiertos, y que por el momento la certeza es completa. ¿Quién no ha experimentado durante el sueño, viva alegría, ó terribles angustias?

Calcúlese mi sorpresa y alegría cuando al pasar por delante de la casa vi la ventana abierta y percibí, como todas las noches, blanquear la figura indecisa de mi adorado sueño. Acerqueme con precaución, temiendo una emboscada; pero en seguida me convencí, al escuchar su voz, de que eran infundados mis temores. Me saludó muy enfadada, llamándome chinchoso, feo, ente, fatuo..., ¡gallego!

Es posible. Y Pablo no ha ido a Laponia continuó, riéndose, mi tío. ¡Qué gran dicha es vivir entre buenas gentes! Vivamente sentí esa felicidad al ver de qué modo gozaban todos con mi alegría, y con cuánta delicadeza y bondad me daban bromas sobre el famoso secreto que, sin saberlo, había divulgado a todo viento.

El corazón le palpitaba de alegría cuando el inspector le avisaba para que se vistiese el uniforme y se preparase a salir.

La unción de Paulita se comunicaba á las otras dos, y la misantropía amarga de Salomé se repetía igualmente en las demás. La alegría, el dolor, las alteraciones de la pasión y del sentimiento no se conocían en aquella región del fastidio. La unidad de aquella trinidad era un misterio.

Reía al recuerdo de su franca fisonomía, de su vida abierta y de sus dientes blancos. Halagábame el beso que había estampado en mi mano y sentía una alegría real, pensando en que si hubiera seguido mi impulso le habría besado las mejillas.

Huyeron los gauchos, perseguidos por los obreros del dique, y acudieron las mujeres, lo mismo las danzarinas del establecimiento que las pertenecientes á las familias del pueblo, para rodear á los dos heridos y levantarlos. González, que protestaba á gritos, sin que nadie le escuchase, hizo un gesto de alegría al reconocer á Robledo, como si éste pudiera arreglarlo todo.

Reid la carcajada de la felicidad, soltad vuestras campanas, que repiquen a gloria, que suenen alegría, que lleguen sus tañidos a esta mansión dichosa, que besen vuestras almas con sus sueños de rosa.

Y el abate Constantín pudo gozar la alegría de tener tan cerca al hijo de su amigo... Y si debiéramos decirlo todo, no sentía mucho que Juan hubiera dejado de ser médico.

Todo esto, sin darse ella mucha cuenta de lo que hacía, me lo quería hacer pagar, considerándome en extremo culpado. Lo que yo tuve que aguantar no tiene nombre. Créame V., P. Jacinto, en el pecado llevé la penitencia. Así es que me harté de amores serios para años, y me dediqué desde entonces á los ligeros. ¿Para qué atormentarse en un asunto que debe ser todo de amenidad, regocijo y alegría?