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Sospéchase de cierto, pues no vienen Los indios al rescate acostumbrado, Que guerra concertada alguna tienen, Y el falso Yamandú la habrá forjado: Pues ya seguro estoy, por cierto, suenen Muy pocos arcabuces, que el soldado Desnudo, desarmado y desembrido, Cansado de remar, est

Los chicos, al oir el consabido epíteto, sonrieron maliciosamente, señal de que el apodo puesto al maestro por nosotros diez años antes, seguía en uso. Los bribonzuelos reían y se miraban unos a otros con caritas de diablillos regocijados. Vamos: prosiguió os doy la mañana, a fin de que celebréis la llegada de mi discípulo muy amado. Pero, oídme; nadie se irá hasta que suenen las doce.

En el porvenir podrán ser todo lo que anhelen y sueñen: por el invencible amor á mi raza deseo yo que sus sueños no sean absurdos, sino que se realicen; pero lo que es ahora, ó no son nada, ó son españoles, ó son negros. Hay además otra notable diferencia, que se apoya en el dicho vulgar de que cada uno hace de su capa un sayo.

Aplíquese el cuento y conste que si la guerra civil cubana, cuya terminación fervorosamente deseamos, hubiese de terminar aplaudiendo nosotros muchos versos de por allí, un involuntario é indomable espíritu crítico nos forzaría á exclamar: que nos vuelvan al calabozo; que siga la guerra; signa canant, suenen las trompetas, como dijo Augusto á Fulvia cuando le amenazó con la guerra civil, si amorosamente no se le rendía.

Guárdate tus carros de pedernal, que ya te los pondrán en la balanza el día del gran saldo final, ya sabes, cuando suenen las trompetas aquellas, , y entonces, cuando veas que la balanza se te cae del lado de la avaricia, dirás: «Señor, quítame estos carros de piedra y cascote que me hunden en el Infierno», y todos diremos: «no, no, no... échenle carga, que es muy malo».

No, por Dios, que no sueñen que hablamos de estas cosas.... Se reirían de y dirían que parecemos un club. ¿No sabe usted alguna noticia? ¿Qué me cuenta usted del prestidigitador que trabaja en el teatro? ¿El húngaro? ¡Bah! Como todas esas funciones.... Muy pesado, mucho cubilete y los pistoletazos de cajón.... ¡Pistoletazos! Los odio: me asustan atrozmente.

Su cuidado maternal, recelando una desgracia, Ayela con más ferviente dolor reza, ansiosa aguarda á que entre el silencio suenen las presurosas pisadas de Ataide, cruzando el huerto, y miéntras reza y se espanta, de sus ojos su desdicha rebosa en ardientes lágrimas.

Entra el cortejo en la ciudad de los muertos. Pausas, grandes pausas, notas largas, armonías lamentosas, soledad de los desiertos, ¡inmensas cosas amargas...! ¡Oh, Chopín! ¡Oh, gran maestro! Haz que suenen en el aire melancólico y siniestro, cerca a , las armonías funerales de tu Marcha... Octubre, 1905. Santa Reina del amor: sabes que noche y día te rezo la letanía y la salve del dolor.

Tened las anclas listas para lanzarlas á bordo de esos condenados. ¡Suenen los clarines y Dios proteja nuestra causa! Una aclamación unánime le respondió y las bordas del barco inglés aparecieron repentinamente cubiertas de proa á popa por una doble línea de cascos.

Y los otros, con más ó con menos discreción, todos se entregaban á una cordial y envidiable alegría. D. César quedó sorprendido. Los miró unos instantes estupefacto y al fin, dejando caer su mano que tenía levantada, sonrió con expresión humilde. Bien comprendo que mis palabras suenen mal en vuestros oídos, no avezados á escuchar los ecos de la sabia antigüedad.