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D.ª Filomena es prima hermana del gobernador de Madrid, y por ahí viene la cosa... ¿Y qué diremos del señor obispo que, sabiendo los servicios que usted ha prestado a la religión en este pueblo, se presta a servir de juguete a una vieja verde? ¡Qué indignidad! ¿No le dije bien a tiempo que no se durmiera en las pajas?... ¡Ah, qué infamia tan grande! ¡Qué infamia! ¡Qué reteinfamia!

No les tomamos nada, porque al tiempo de pelear habian retirado mugeres é hijos, y escondido los bastimentos y cuanto tenian. Estos Agaces son obstinados guerreros en agua, en tierra no. Diremos despues lo que sucedió: su pueblo dista de los Curumias 35 leguas. Está situado cerca del rio Jepido, que del otro lado tiene el rio Paraguay, que baja de las montañas del Perú, cerca de los Xarayes.

La Precisa era un figón muy interesante. Y también diremos muy doloroso.

El cuatro en este caso, no será mas difícil que el dos en el primero; pues así como para el dos decíamos uno y uno, para el cuatro diremos, dos y dos. La atencion que se habia de dividir en la repeticion de cuatro veces uno se dividirá solo en dos.

Nosotros serémos historiadores. Ellos han dicho la pura mentira, si es que hay mentiras puras. Nosotros dirémos la pura verdad; la verdad sin dimes ni diretes, á la buena de Dios, á la pata la llana, como dice la gente por estas buenas tierras de Morería.

El efecto de esta comedia debió ser extraordinario al representarse, porque no sólo interesa y conmueve el corazón, sino que estimula también á las acciones magnánimas. Aunque parezca una aserción algo temeraria, diremos, no obstante, que Alarcón es, entre todos los dramáticos españoles, el que más sobresale por la pureza y energía de los afectos.

Nada diremos por el pronto del efecto que causaron en el ánimo de Pierrepont las noticias que de Francia llegaban acerca de los acontecimientos que venimos narrando.

Hoy decimos República Argentina, y muy pronto diremos, como ya lo hacen los chilenos y peruanos, la Argentina, esto es, la unidad, la patria, el pueblo uno.

¿Diremos por esto que los comediantes son peores que los demás hombres? No. ¿Por qué? ¿Acaso todos nosotros, abogados, médicos, ingenieros, comerciantes, en el gran teatro humano, no hacemos lo mismo?

Para resumir diremos, que tomó cuerpo la creencia de que el Reverendo Arturo Dimmesdale, á semejanza de otros muchos personajes de especial santidad en todas las épocas de la religión cristiana, se veía tentado por Satanás mismo, ó por un emisario suyo en la persona del viejo Rogerio Chillingworth.