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La intervencion del alto empleado en favor de Basilio, en vez de hacerle bien, le perjudicó. Hacía tiempo que entre el empleado y S. E. había cierta tirantez, ciertos disgustos, aumentados por dimes y diretes.

Maese Pedro no quiso volver a entrar en más dimes ni diretes con don Quijote, a quien él conocía muy bien, y así, madrugó antes que el sol, y, cogiendo las reliquias de su retablo y a su mono, se fue también a buscar sus aventuras. El ventero, que no conocía a don Quijote, tan admirado le tenían sus locuras como su liberalidad.

Nosotros serémos historiadores. Ellos han dicho la pura mentira, si es que hay mentiras puras. Nosotros dirémos la pura verdad; la verdad sin dimes ni diretes, á la buena de Dios, á la pata la llana, como dice la gente por estas buenas tierras de Morería.

No qué dimes y diretes tuvo aquella mañana con Pepa, pues se oyó el vocear de ambos en el despacho, y hasta lloriqueos y aún porrazos sobre los muebles, signos evidentes de violenta disputa; luego salió la mujer muy agitada, con los pelos desordenados y echando chispas por los ojos, y alguien que la encontró al paso, la oyó decir: ¡No quiere, no quiere! pues veremos si la ley le obliga.

Estoy muy lejos de querer decir que yo haya escrito nunca para otro, en este sentido, porque, aunque es verdad que he tenido relaciones con varios señores censores, por otra parte muy beneméritos, puedo asegurar que en cuanto he escrito nunca he puesto una sola palabra para ellos, no porque no crea que no son muy capaces de leer cualquier cosa, sino porque siempre acaban por establecerse entre el censor y el escritor etiquetillas fastidiosas y dimes y diretes de poca monta, y, a decir verdad, soy poco amigo de cumplimientos.

¿Sabéis que esta tarde se bate Alvaro Luna? dijo uno cuando ya iban hastiados de los dimes y diretes del concejal y Cobo. Eso me han dicho respondió Pepe Castro cerrando los ojos con voluptuosidad, mientras chupaba el cigarro . En el jardín de Escalona, ¿verdad? Creo que . ¿A sable? A sable. Vamos, un chirlo más manifestó León Guzmán desde su asiento. Con punta. ¡Oh! ya es otra cosa.

El comandante y los demás comensales eran de buena pasta y respondían sin incomodarse pizca a estas bromitas. Llagostera pensaba que eran la flor y la suprema expresión del humorismo y la sal ática. Por supuesto que, al cabo de algunos dimes y diretes, salía siempre con las manos en la cabeza. Oiga, comandante: no habrán dajado de mandar a la asposisión una buena partida de naranjas y melones...

Andrés disertó otro poco contra la chismografía del pueblo; y en estos dimes y diretes dieron sobre él, con lo cual nuestro joven cortó repentinamente y muy a su placer la conversación. Vaya, D. Jaime, yo sigo a la rectoral; hasta la vista. Vaya con Dios, señor; páselo bien.

Cuando esto supo el señor Ortiz de Sotomayor, púsose colérico y envió recado á los canónigos diciendo que con falda alzada había de entrar y que no había más que aguantarlo, dando esto motivo á diversos recados y dimes y diretes que casi interrumpieron toda la gravedad de la solemnidad religiosa y dió bastante que murmurar al concurso, terminando el incidente, por entonces, con que el hinchado inquisidor entrase en el templo y saliese de él muy orondo y ufano, seguido del pajecito que le llevaba la discutida falda.

No quería ponerse a mal con aquella gentuza, por lo que pudiera tronar, y sin perder tiempo ni meterse en dimes y diretes con el vicioso Luquitas, por el abandono en que a su mujer tenía, se fue derecha a su objeto: «¿Y no está por aquí la Pitusa?