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Actualizado: 17 de junio de 2025
No tenían otro amigo que el abate don Gil Carrascosa, que, según ha llegado á nuestra noticia, tuvo en sus tiempos ciertos dimes y diretes con una de ellas. El las visitaba, les proporcionaba algún trabajo y solía darles algún rato de tertulia, contándoles las cosas de Madrid.
Había yo rematado un lote de leñas y otro de hierbas en Riofrío; y como ocurrieran informalidades graves en la adjudicación, tuve ciertos dimes y diretes con un administradorcillo de la Casa Real, de donde me vino el peligro de un pleito. Ya empezaba a sentir las pesadas caricias del procurador, cuando resolví matar la cuestión en su origen.
No se dejó en el tintero sus propias aventurillas, o más bien pinitos amorosos, ni los disgustos que por tales excesos tuvo con maridos escamones o hermanos susceptibles. De las resultas, había tenido también su duelo correspondiente, ¡vaya! con padrinos, condiciones, elección de armas, dimes y diretes, y, por fin, choque de sables, terminando todo en fraternal almuerzo.
A las dos semanas de aquellos dimes y diretes, de tanta bronca y de tanto escándalo entre los hermanos Izquierdo, y entre Izquierdo y el picador, y tía y sobrina, se reconciliaron todos, y se acabaron las riñas y no hubo más que finezas y apretones de manos. Sí que es particular. ¡Qué gente! El pueblo no conoce la dignidad. Sólo le mueven sus pasiones o el interés.
Algo pavita, con todo, como dicen en la tierra. Mas hete aquí que, cuando me hallaba más enfrascado en la conversación, olvidado casi del asunto que allí me traía, aparece por el lado de la entrada del corral un joven con chaquetilla y pantalón ceñidos, faja encarnada y sombrerillo flexible, a interrumpir nuestros dimes y diretes.
Resolví dar yo mismo los primeros pasos junto a Krakow para llegar a un arreglo, bien que no estuviese yo para él en olor de santidad. Por el contrario, yo podía pensar fundadamente que sus amenazas se dirigían a mí también, pues los dos habíamos tenido ya nuestros dimes y diretes en el concejo municipal.
¡Cuánta serenidad, pues, en menos de un año, para ocuparse en apuros de la patria hasta de los más pequeños dimes y diretes! ¡Cuánta conversación! Temístocles le decía a su general: ¡Pega, pero escucha!
Su madre, una señora muy apersonada que por muchos años tuvo puesto de castañas en la Cava de San Miguel, fué también metida en líos de justicia, y después de muchos embrollos, y dimes y diretes con jueces y escribanos, me la empaquetaron para el penal de Alcalá.
No tratamos tan secretamente nuestros amores que no viniesen a noticia de mi señora, la cual, por escusar dimes y diretes, nos casó en paz y en haz de la Santa Madre Iglesia Católica Romana, de cuyo matrimonio nació una hija para rematar con mi ventura, si alguna tenía; no porque yo muriese del parto, que le tuve derecho y en sazón, sino porque desde allí a poco murió mi esposo de un cierto espanto que tuvo, que, a tener ahora lugar para contarle, yo sé que vuestra merced se admirara.»
Solía volver a sus novelas de la hora de dormirse la imagen de la Regenta, y entablaba con ella, o con otras damas no menos guapas, diálogos muy sabrosos en que ponía el ingenio femenil en lucha con el serio y varonil ingenio suyo; y entre estos dimes y diretes en que todo era espiritualismo y, a lo sumo, vagas promesas de futuros favores, le iba entrando el sueño al arqueólogo, y la lógica se hacía disparatada, y hasta el sentido moral se pervertía y se desplomaba la fortaleza de aquel miedo que poco antes salvara al doctor en teología.
Palabra del Dia
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