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Un rato estuvo estirándose, refregándose los ojos con las manazas, y escupiendo más hostias que palabras. «¿Onde está el judío ladrón que ha entrado sin mi premiso?, ¡hostia!, que le parto por la metá». El lenguaje de Segunda no desmerecía del de su hermano por la finura ni por lo escogido de las voces, lo que desagradaba extraordinariamente a Ido.

A las dos de la tarde parto en el coche... entonces, señores, comienza un sueño... no un bello sueño... ¡no, por cierto!... sino una pesadilla espantosa, con todas las sensaciones correspondientes: vértigos, sofocaciones, opresión y caída en el vacío... y con uno que otro intervalo feliz, cuando me decía: «Todo saldrá bien. tienes buen corazón y buena voluntad.

Miranda accionaba, y con voz ronca, estrangulada y tartajosa de rabia, decía, dando al diablo todo su porte cortesano: Fuera de ahí, so tío... so entrometido.... ¿usted que... qué tiene que ver?... Yo la abo... la abofeteo, porque pu... pu... puedo y me da la gana.... Soy su marido. Si no se va usted, le parto por la mitad... le abro en canal....

Te ha tomado dolor como de mujer de parto. 10 Duélete y gime, hija de Sion como mujer de parto; porque ahora saldrás de la ciudad, y morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia; allí serás librada, allí te redimirá el SE

No sólo había divergencia en la apreciación de los sones del instrumento común del idioma: se diferenciaban también en la agilidad y la fuerza para su manejo. En muchos de esos países dijo Fernando , las gentes hablan con una lentitud penosa, como si la rebusca de las palabras fuese acompañada de los dolores de un parto.

En cuanto naciese el hijo». Más hubo. Reyes se hizo supersticioso a su manera; y si bien desechó por absurda, aunque simpática y bella, la idea de hacer una promesa a la Virgen del Cueto, imagen milagrosa de las cercanías, decidió sacrificar al buen éxito del parto todos sus vicios, todos sus pecados. «La estricta moralidad, pensó, será para , como si dijéramos, Nuestra Señora del Buen Parto». Hizo examen de conciencia, y no encontró más pecado gordo que el de las cartas adúlteras.

A pesar de su preñez, sometió su cuerpo a las más arduas penitencias, imitando, dentro de su casa, en lo que era posible, la nueva reforma del Carmelo. Cuando se acercaba el día del parto, don Íñigo resolvió cambiar de residencia y se trasladaron, para siempre, a Avila de los Santos.

19 Hijitos míos, que vuelvo otra vez a estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros; 20 querría cierto estar ahora con vosotros, y mudar mi voz; porque estoy avergonzado de vosotros. 21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley, ¿no habéis oído la ley? 22 Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos; uno de la sierva, el otro de la libre.

que es absolutamente imposible el quedarse, discutiendo con vos, con la última palabra. No soy, sin embargo, un primo insoportable. ¿Qué os he hecho? Pero, nada. Os doy una prueba de ello, prometiéndoos acompañar vuestro cuerpo a la última mansión. ¡Mi cuerpo! exclamó con doloroso escalofrío. Aun no estoy muerto, señorita. Sabed que no me mataré y que parto para Rusia. ¡Buen viaje, primo!

Hizo que le introduxeran en casa de su magestad; y le lleváron por una mala escalerilla á un segundo piso, donde halló en un aposento pobremente alhajado una muger mal vestida, que con noble y patético ademan le dixo: Mi oficio no me da para vivir; uno de los príncipes que habeis visto me ha hecho un hijo: estoy para parir: no tengo dinero, y sin dinero todo parto es un mal parto.