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Actualizado: 22 de septiembre de 2024
Un vozarrón de marimacho bajó como un trueno por el hueco de la escalerilla. ¡Elisa!... Sube pronto la leche. El señor está esperando. Rosario empezó á reir de ella misma. Ahora se llamaba Elisa: ¿no lo sabía? Era exigencia del oficio cambiar el nombre, así como hablar con acento andaluz. Y remedaba con rústica gracia la voz del marimacho invisible.
Me ha invitado Pepe y nos llevará en su carruaje.... Si estás falto de apetito, tienes tiempo para hacer coraje. Lo menos hasta las dos no comeremos. El doctor subió por una escalerilla de madera con cubierta de cristales, que á través de un patio interior ponía en comunicación el entresuelo con el despacho del jefe.
Señor Francisco, yo digo lo que me dicen. Pues vamos allá exclamó Montiño con una resolución heroica. Subieron por la escalerilla de las Meninas, atravesaron parte del alcázar, y al fin el rodrigón abrió una puerta, hizo atravesar á Francisco Montiño una antesala y le introdujo en una sala. En ella, sentada junto á la vidriera de un balcón, estaba la hermosa doña Clara.
Y cambió con tal arte el curso de la conversación, que a Juanito se le quedó en el cuerpo lo que quería decir, y antes llegaron a la pobre escalerilla de la calle de Gracia, que pudo manifestar su valor para ser esposo de Tónica y encargarse de la pobre ciega. Aquella noche fue cruel para Juanito.
Se oyó el golpe del bastón de don Pablo en las losas del patio y sus pasos mesurados; Quilito se arrancó de los brazos de la tía y huyó por las habitaciones interiores, trepando la escalerilla de su cuarto, donde se encerró con doble vuelta. ¿Quién estaba en la sala, Casilda? preguntó don Pablo Aquiles deteniéndose junto al aljibe. Nadie contestó la señora, yo sola. ¿Así, de velo y mantón?
Los que anduviesen cerca se agrupaban en torno, la cabeza descubierta, los ojos bajos: el cura, de pie en la escalerilla que servía de pedestal, dominándolos a todos, rezaba en alta voz, dando con lentitud tres campanadas antes de cada Ave María. En una cierta mañana en que Andrés bajó al pueblo, halló gran número de hombres reunidos al pie de la columna.
Los dos jóvenes, tras un gruñido de asentimiento del portero, entraron en la Patriarcal, comentando las extrañas preguntas de éste con risas que parecían alegrar el fúnebre silencio. Maltrana quiso que Feli viese la sepultura de su protectora, y los dos salieron de la avenida central para descender por una escalerilla en forma de túnel a un patio inmediato.
Para ella, la sociedad estaba dividida en dos castas: los que van a pie y los que gastan carruaje; los que tienen en su casa gran patio con ancho portalón y los que entran por estrecha escalerilla o por obscura trastienda.
Felizmente, la borracha se había ido con Diega a vivir en la Cava de San Miguel, detrás de la Escalerilla. Instalados en aquel escondrijo, que no carecía de comodidades, lo primero que hizo la anciana alcarreña fue traer agua, toda el agua que pudo, y lavarse bien y jabonarse el cuerpo; costumbre antigua en ella, que siempre que podía practicaba en casa de Doña Francisca.
¡Allí!... ¡allí! dijo tendiendo una mano. Sus ojos de marino acababan de descubrir la leve traza de un periscopio que nadie conseguía ver. Bajó del puente, ó más bien, se dejó rodar por la escalerilla, corriendo hacia la popa. ¡Allí!... ¡allí!
Palabra del Dia
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