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Teófilo Gautier al ver las Meninas, por primera vez, como si confundiese lo real con lo pintado, preguntó: «pero, ¿dónde esta el cuadroPablo de Saint-Victor contó en él hasta tres atmósferas distintas: Lefort dice: que es la última palabra de la pintura realista y textual: Stirling afirma que allí Velázquez «parece haberse anticipado al descubrimiento de Daguerre y tomando un grupo reunido en una cámara, lo ha como por magia impreso para siempre en el lienzo»: Stevenson dice que esta obra «es cosa única y absoluta en la historia del arte».

De Madrid 8 de marzo 1614. «El jueves de la semana pasada el Príncipe N. S. con las meninas representaron una comedia delante del Rey y SS. AA. y las damas sin entrar otro ninguno: representó el Príncipe el Dios Cupido y de salir de un carro se mareó y tuvo dos vómitos, pero no se le siguió otro mal, y dicen lo hizo bonitamente, y el Condecito de Puño-en-rostro la diosa Venus y los otros los demás personages, y ha havido algunos á quien ha parecido que no se havia de permitir que representase S. A., aunque la poca edad le disculpa, al cual se le ha muerto el enano Bonami que él quería mucho

La joven sonrió satisfecha de su pensamiento. Doña Clara Soldevilla estará en la sala de las Meninas; acaso ella, que es valiente, que por nada se detiene, que aborrece de muerte á don Rodrigo Calderón, llevará con placer esta carta á mi padre, en cuanto sepa que esta carta puede hacer daño á don Rodrigo.

La Infanta Doña Margarita María, primer fruto del matrimonio de Felipe IV con la tiesísima señora a quien acabamos de mencionar, esta retratada por Velázquez en Viena a los dos o tres años, con rico traje rojo y plata: y a los seis o siete con un traje muy parecido al que tiene en el cuadro de Las Meninas: en el Louvre de cuatro o cinco, vestida de blanco con encajes negros, y en Francfort a los seis o siete de gris y negro, siendo en todas estas imágenes, porque no contamos las apócrifas, una de las figuras más simpáticas que Velázquez trazó.

Aquello mismo que distingue y caracteriza a Velázquez, es lo que ahora se ansía con mayor empeño: la sinceridad en la expresión del sentimiento, la sencillez en la ejecución, la exactitud en la relación de valores por el estudio de la luz y el aire; precisamente todas las cualidades que nos suspenden y entusiasman ante Las Hilanderas y Las Meninas.

En la primera pared, a los lados de la puerta, hay dos grandes fotografías en sus marcos de noguera pulida: una es de la divina marquesa de Leganés, de Van Dyck; otra, cuidadosamente iluminada, es de Las Meninas, de Velázquez. En la segunda pared, correspondiente al balcón, cuelga una fotografía de Doña Mariana de Austria, de Velázquez, con su enorme guardainfante y su pañuelo de batista.

Figuráos que yo, por orden de don Rodrigo, estoy desde el obscurecer acechando á los que salen del alcázar por la puerta de las Meninas. Palaciega historia tenemos. Figuráos que poco después baja una dama por las escalerillas de las Meninas, y se mete en una litera. ¿Dama y tapada? , señor. ¿Estás seguro que no era dueña? Andaba erguida y transcendía á hermosa.

Seguiré vengándome de lo que el mundo me hace sufrir, obligando al mundo á que se ría, como un necio, de mismo. Llegaba entonces al alcázar y entróse resueltamente en él, con la frente descubierta y alta, como quien no tiene por qué temer. Sin embargo, reparó en que en el zaguán de la puerta de las Meninas, por donde se había metido en el alcázar, había dos alguaciles de corte.

«Tenéis un sobrino decía que acaba de llegar á Madrid; enviadle al momento á palacio. Tened en cuenta, que se trata de un negocio de Estado; que espere junto á la puerta de las Meninas, por la parte de adentro. Pero luego, luegoEsta carta no tenía firma. ¿Quién os ha dado esta carta, doña Verónica? No conozco la letra, no tiene firma. ¿Estáis de servicio? ¡Ay! ¡, señor!

En realidad, sin contar el que «para admiración de los bien entendidos y honra del arte» se ufanaba de poseer Pacheco , pintado en Italia durante el primer viaje y que se cree perdido, hay cuatro de autenticidad indudable, ya por el estilo, ya por las composiciones en que figuran: el de Las lanzas; el del Museo de Valencia, hecho pocos años después, que según cuantos lo han estudiado y copiado, ha padecido mucho entre injurias del tiempo y repintes o restauraciones inhábiles; el del Museo del Vaticano, notabilísimo por su ejecución, teniendo ya cerca de cuarenta años; y finalmente el de Las Meninas.