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Fuimos el holandés y yo al muelle. Mi compañero de embriaguez bajó los escalones de una escalerilla y se puso a gritar, hasta que brotó de entre las tinieblas un bote blanco. Creí que el hombre se caía al agua con su traje de etiqueta y su flor en el ojal; pero no, se mantuvo firme y saltó al bote con agilidad. Luego, me saludó con el sombrero en la mano, con gran reverencia. Good night me dijo.

A tientas cerraba el grueso portón y corría las barras de hierro; después, y siempre a tientas, subía una escalerilla de fundición, que retemblaba y sonaba con mis pasos y llegaba a la cúspide del faro. Por supuesto, allá que había luz.

Hizo que le introduxeran en casa de su magestad; y le lleváron por una mala escalerilla á un segundo piso, donde halló en un aposento pobremente alhajado una muger mal vestida, que con noble y patético ademan le dixo: Mi oficio no me da para vivir; uno de los príncipes que habeis visto me ha hecho un hijo: estoy para parir: no tengo dinero, y sin dinero todo parto es un mal parto.

Comunicábanse las habitaciones de Currita con las de Villamelón por la alcoba, y por un cuarto contiguo al del baño, con un largo pasadizo; terminaba este por un lado en el cuarto de Kate, la doncella inglesa, y por otro en una estrecha escalerilla que iba a parar a un jardín muy reducido.

Al tercero por la tarde, cerca de la hora del obscurecer, se le ocurrió a doña Paula subir a hacer una visita a su hija Ventura, que desde el traslado del Duque había vuelto a ocupar el piso segundo. Muy rara vez subía ya la buena señora la escalerilla de caracol. Pero aquel día se sentía más ágil, más desahogada del pecho.

Felices los que mueren abrazados a la quimera... Bienaventurados los que no ven cumplidos nunca sus deseos y viven en el engaño, alegría de nuestra existencia. Y al subir por una escalerilla de hierro recibieron en la cara el soplo musical de las enrojecidas ventanas del salón.

Saint Etienne dijo Artegui al cochero del ómnibus que, desde el pescante, vuelta la cabeza, aguardaba la orden. Arrancaron los caballos a su pesado trote percherón, y fueron rodando por las calles bien enlosadas, hasta detenerse ante un portal estrecho, con sus tiestos de plantas raquíticas, su escalerilla de mármol y sus claros faroles de gas.

Después le vio pasar a la acera de enfrente y seguir hasta el rincón de la escalerilla, como si fuese al café de Gallo. viii Como antes se ha dicho, a los pocos días de la desaparición de su mujer, Maxi empezó a echarla de menos, mostrándose receloso, y apeteciendo su compañía con cierta mimosidad impertinente que ponía furiosa a doña Lupe.

De tiempo en tiempo, Nucha volvía la cabeza atrás a ver si la seguía su acompañante, y el ademán de volverla revelaba alteración y zozobra. En la diestra columpiaba un manojo de llaves. Salieron al claustro superior, y por una escalerilla muy pendiente descendieron al inferior, cuyas arcadas eran de piedra.

Subieron, precedidas por el doctor, una escalerilla y en un bonito cuarto, tapizado de tela persa, encontraron al herido confortablemente acostado en un mullido lecho, en el fondo de una alcoba. El médico le reconoció de nuevo, puso una receta y anunció que volvería á primera hora de la noche.