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Actualizado: 22 de junio de 2025


Este era un aposento del piso principal de aquella casa, que tenía comunicación con el café por medio de una escalerilla de hierro. Por ella subieron al cabo tío y sobrino. Ya estaban reunidos los notables del pueblo, sentados en un diván corrido, con sendas mesillas japonesas delante, donde cada cual tomaba su café.

No eran allí escasas la algazara y la confusión los domingos por la tarde. Más de treinta muchachas agolpábanse con sus cántaros, deseosas todas ellas de ser las primeras en llenar, pero sin prisa de irse. Empujábanse en la estrecha escalerilla, con las faldas recogidas entre las piernas para inclinarse y hundir su cántaro en el pequeño estanque.

Fernando miró también, influenciado por este silencio, y vio a Maltrana que acababa de descender por una escalerilla de hierro. En mitad de la escalera estaba Nélida mirando a la muchedumbre extendida a sus pies, orgullosa de la emoción que despertaba su presencia.

Bajaron la escalerilla de la muralla, y entrando en la calle de Pedro Conde se acercaron á la taberna de Crisanto, y Soledad suplicó á su amigo que se quedara fuera y se ocultase mientras ella entraba á preguntar. Penetró, en efecto, y la informaron de que Velázquez había estado allí hacía poco rato, en compañía de algunos amigos y amigas. Hemos llegado tarde dijo, cuando salió.

Al llegar en sus evoluciones cerca de una escalerilla de la cubierta de botes, volvió Mina la cabeza con muda invitación y subió rápidamente. Fernando, después de una espera prudente, fue tras de sus pasos. Se encontraron arriba en una láctea penumbra atravesada por la flecha roja de las luces solitarias. Nadie más que ellos.

Al subir otra vez por la escalerilla, volvió a sobrecogerla el fragor de un trueno más hondo, poderoso y cercano que los anteriores. ¡Era preciso encender la vela del Santísimo y rezar el Trisagio! Así lo hicieron al punto. La vela fue colocada sobre la cómoda de Nucha: un cirio bastante largo aún, de cera color de naranja, con muchas lágrimas y un pábilo que chisporroteaba y no acababa de arder.

, lo he medido: ¿tienes ahí el metro...? Pues ven a verlo y te convencerás. El tramoyista emprendió la marcha y Antoñico le siguió. Subieron por la estrecha y frágil escalerilla que conduce a las bambalinas.

Clara, conmovida hasta saltársele las lágrimas, de todos se despide, sube por la escalerilla y todavía desde lo alto les envía con su hermosa mano un beso de despedida. Sin embargo, arriba ya estaban buscándola su hermano y Tristán. El coche enganchado esperaba a la puerta.

Hasta se parece en ese traje, según dice el maestro de capilla, que sabe mucho de tales cosas, a un tal Diente o no cómo, que hace siglos vivía en Italia y bajó al infierno, escribiendo su viaje en verso. Sonaron pasos en una angosta escalerilla de caracol que, perforando el muro, comunicaba el recibimiento con el piso superior.

Es inútil que disimules le decía ; irás a su casa y yo te seguiré. En las islas Jónicas la gente se acuesta temprano. A media noche todos dormían en la casa, menos el duque y Mantoux. El ex presidiario descendió a paso de lobo la escalerilla que conducía a su habitación. Al atravesar el jardín del norte creyó ver deslizarse una sombra entre los olivos.

Palabra del Dia

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