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Actualizado: 10 de junio de 2025
En tu fosa los hombres colocaron Pobre inscripcion en tabla sepulcral: «Aquí yacen los restos»... mas abajo: «Que murió de veinte años á la edad!» ¡Veinte años! cuando el pié aun vacilante Ponías de la vida en el umbral, Cuando para tomar aliento nuevo Te sentaste un momento á reposar... Y reposaste en ese frio lecho En que se acuesta el mísero mortal, Con la cabeza de la fé en la almohada Y en brazos de la inmensa eternidad.
La monomanía religiosa de su mujer llegaba ya a tan enfadoso extremo que no era posible soportarla... «¿Qué cree usted?, me incocoraba tanto oír a Serafinita el cuento, ya tan viejo y resobado de sus penalidades, que estaba deseando echar a correr... Aquella voz de canturria de coro y aquellos suspiros de funeral me atacan los nervios... Yo soy religioso y creo cuanto la Iglesia manda creer; pero esta gente que se acuesta con Dios y con Dios se levanta se me sienta en la boca del estómago.
En medio de todo, bendito sea Dios, que menos es nada... Conque a ello, Nieves... y tome usted antes otros dos sorbos de ron para rehacerse un poquito más... No insistiría, porque sé que le repugna este licor, si tuviera usted quién la ayudara en la tarea en que va a meterse; pero, desgraciadamente, tiene usted que arreglarse sola, y hay que cobrar fuerzas... Vamos, otro sorbito... y tú, Cornias, ¡listo a pasar un lampazo por estos suelos!... Vea usted bien, Nieves: sobre la mesa pongo, para que las tenga usted más a la mano, las sábanas, las toallas y las babuchas... Allí queda el capuchón impermeable; y la botella del ron para el uso que la indiqué antes y la recomiendo mucho, en este armario... Después se pasa usted a aquel otro banco que está seco, y se acuesta un ratito... Para su mayor tranquilidad, voy a correr las cortinillas de los tragaluces... No hay ojos humanos en el yacht capaces de un atrevimiento semejante; pero usted no tiene obligación de creerlo... ¿Ve usted?
33 Tus ojos mirarán las extrañas, y tu corazón hablará perversidades. 34 Y serás como el que duerme en medio del mar, y como el que se acuesta junto al timón. 1 No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos; 2 porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan sus labios. 3 Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará;
Luego que ha cenado, reza unas oraciones. Terminadas las oraciones, coge la lamparilla y se dirige a la sala, y entra en la alcoba. En la alcoba hay una cama grande de madera pintada; hay también un cuadro que representa a la Divina Pastora. La vieja reza un poco ante este cuadro. Y luego se acuesta, y se duerme pensando que esta noche acaso sea la última de su vida.
El padre y la tía casi no le veían la cara y cuando lograban vérsela, al atravesar el patio o al sorprenderle en su cuarto vistiéndose, se les figuraba muy pálido, muy flaco, la estampa marcada de un calaverilla precoz y sin freno. Acabará por enfermarse decía misia Casilda, ¡se acuesta tan tarde! ¿por qué no le hablas tú?
El gran ladrón se hace moza para que le demos nuestra sangre encendida de lujuria, y luego, dejándonos dormidos, vuela por los aires....Con la misma apariencia del marido se presenta a la mujer y se acuesta con ella. ¡Cata la trampa, porque entonces tiene la calor del hombre la flor de su sangre y puede empreñar!
El asno bonito se acuesta...¡Las dos, y yo despierta!... »¡Qué silencio en la casa! Me volveré de este otro lado... ¡Oh!, ¡qué calor tengo! Me deslizaré a esta otra parte que está más fresca. Tengo un cuerpo precioso. Lo digo yo y basta... Vamos, ¿pues no me estoy riendo, cuando son las dos y no he podido dormirme?
-Dios lo hará mejor -dijo Sancho-; que Dios, que da la llaga, da la medicina; nadie sabe lo que está por venir: de aquí a mañana muchas horas hay, y en una, y aun en un momento, se cae la casa; yo he visto llover y hacer sol, todo a un mesmo punto; tal se acuesta sano la noche, que no se puede mover otro día.
Por el contrario, Andalucía, Valencia, Murcia, Alicante, el mismo Aragon, tienen más de ese hombre que se acuesta á lo largo de un diván, que abre la boca para aspirar las brisas de la tarde, que sujeta á veces la respiracion porque la ahogan los perfumes, que empaña el aire con las bocanadas voluptuosas de su pipa, ó que se disputa á la experiencia de la vida, cerrando sus ojos entre las ruinas veneradas de un mausoleo, bajo la copa de un ciprés, á la sombra de una palmera.
Palabra del Dia
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