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Al sentir un roce en el cuello, Fernando de Ojeda soltó la pluma y levantó la cabeza. Una palmera enana movía detrás de él con balanceo repentino sus anchas manos de múltiples y puntiagudos dedos. Para evitarse este contacto avanzó el sillón de junco, pero no pudo seguir escribiendo.

Al través de las puertas enrejadas veíamos las casitas de campo, con persianas verdes cuidadosamente echadas, enteramente solitarias. Sus habitantes, si es que los había, debían de estar resguardados del calor hasta la hora en que el sol se pusiese. Próxima ya a la falda de la colina estaba La Palmera. Era la más amplia en territorio y la que poseía casa más grande y suntuosa.

Pues por causas análogas, por razones idénticas se dan aquí los bailes campestres, como en ninguna otra parte; y en vano se afanarán ustedes por aclimatarlos en sus respectivos países, como fuera ocioso que nos empeñáramos nosotros en propagar en éste la palmera, el guayabo ... ó las academias.

Es así como fue tomando la costumbre de informarle de las visitas que pensaba hacer, de las casas donde podría hallarla; y hasta le indicaba las horas en que la encontraría sola en su casa; en los bailes, como él no bailaba, le reservaba algunos bailes sentados, es decir, las ocasiones a solas, tras del abanico, bajo la sombra de un cortinado o de una palmera en el invernáculo.

Este viejo es el más viejo de todos; cuando camina agachado sobre su palo lleva la mano izquierda puesta sobre la espalda. Mira hacia Poniente y dice: El año 60 hizo un viento grande que derribó una palmera. Yo la vi contesta otro ; cayó sobre la pared del huerto y abrió un boquete. Era una palmera muy alta. , era una palmera muy alta. Se hace otra larga pausa.

El cocotero y la palmera daban al paisaje un tono de exotismo para la mirada de los europeos. Acostumbrados al pino parasol de las bahías mediterráneas y a los abetos de los puertos del Norte, saludaban con entusiasmo esta vegetación exuberante, que evocaba en su memoria antiguas lecturas de viajes, hazañas de aventureros, chozas de bambú, saltos de fieras, bailes de negros.

Mandó Almanzor que se buscase á toda costa, aunque hubiese que pagarla un millon de dinares; así se hizo, púsose á la exigente vieja en posesion de su nueva casa y de su nueva palmera, y vencidas todas las dificultades, empezaron los arquitectos del califa Hixem la obra.

Y por último, se abre una senda ó escala, inundada de luz y cubierta de flores, y el maestro de escuela, convertido en Jesucristo, toma de la mano á Hannele y se la lleva al cielo, caminando en triunfo con ella, bajo arcos de verdura que forman dos hileras de ángeles, cruzando los ramos de palmera que sostienen en sus blancas manos.

En la altura, pinos y robles, las plantas todas de la región andina: en el fondo, allá en el valle que se descubre entre el vértigo, la lujosa vegetación de los trópicos, la savia generosa de la tierra caliente, la palmera, la caña, y revoloteando en los aires que miramos desde lo alto, como el águila las nubes, bandadas de loros y guacamayos que juguetean entre los vapores irisados, salen, desaparecen y dan la nota de las regiones cálidas al que los mira desde las regiones frías.

Tallo gentil y esbelto, como enhiesta palmera donde alegres laboran las abejas su miel, con suave ritmo que los nervios exaspera, como si fuese espíritu de un viejo moscatel. Todo un conjunto armónico y grato que envidiara la ardiente castellana y la impasible miss, la princesa que el cielo de Rusia cobijara y la dama que siente la fiebre de París.