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Actualizado: 20 de junio de 2025


Ese teatro de Monte-Carlo resulta, en ciertos días, el templo de la imbecilidad musical... No; mejor será que conozca lo que damos esta tarde. Es la obra de una millonaria que lo escribe todo, música y versos. Y leyó en alta voz los títulos de varías «escenas pintorescas»: Diálogo entre la mariposa y la rosa, Lo que la palmera le dijo al agave, Plegaría de la cigarra á nuestro padre el Sol.

Arrebata el viento el polen de una flor, lo deja caer en otra de la misma especie, y de allí a poco brotan nuevas yemas y pimpollos. Sacude el céfiro el ramaje de la palmera macho, y llevando un algo misterioso de ella a la palmera hembra, la hermosea y fructifica. ¿Acaso se tacha de inmoral al botánico que lo observa y escribe?

¿Es posible que no haya usted visto la iglesia, ni el cuadro de Nuestra Señora de las Lágrimas, ni el San Cristóbal, tan hermoso y tan grande, con la gran palmera y el Niño Dios en los hombros, y una ciudad a sus pies, que si diera un paso, la aplastaba como un hongo? ¿Ni el cuadro en que está Santa Ana enseñando a leer a la Virgen? ¿Nada de eso ha visto usted?

Deslizaos detrás de esa madreselva que rodea esa hermosa palmera con sus guirnaldas purpuradas... ¡Veis!... ¡Santo Dios! ¡es la monja! ¡es el gitano! Un pálido y débil rayo de luna jugueteaba sobre el encantador grupo.

Luego, por todas partes ciñéndolo y adornándolo todo, ramas de palmera, de espino, de abeto, de tomillo, de tuya, de romero, grandes trozos de musgo y un sinnúmero de velitas y candelas amarillas, rojas, blancas y verdes, de cuyas llamas se desprendía un humo tenue y vaporoso, que envolvía el conjunto en una neblina misteriosa y poética...

Es lo cierto que, en el momento en que lo presentamos a nuestros lectores, volviendo del pasaje Jouffroy para confirmar a sus compatriotas la abdicación del duque de Aosta, la obesidad había trocado su talle de palmera en puchero de Alcorcón, y el arte, la industria y hasta la mecánica trabajaban de consumo y a porfía en la restauración diaria de aquel Narciso trasnochado, en riesgo siempre de convertirse en acelga, como en flor se convirtió el antiguo Narciso de la mitología griega.

Se marchó dos días antes que él... ¡Oh, Alteza! ¡cómo me acuerdo de aquello que nos dijo en un almuerzo sobre las mujeres!... Las conozco, príncipe: todas ellas son temibles enemigos. Y señalaba rencorosamente Lo que la palmera le dijo al agave. En vano el príncipe insistió en sus preguntas. No sabía más, no le inspiraba curiosidad la suerte de Castro.

Pero nada llenaba tanto mi espíritu y mi corazon como la vista de los grupos de plantas colombianas. Allí se alza la palmera cerosa do los Andes, que vive azotada por los huracanes de los páramos, como la que mora en los valles ardientes y produce el marfil vegetal ú otras materias.

Isabel dio la señal de marcha. No a quién se le ocurrió subir al monasterio antes de ir a La Palmera, y emprendimos, en efecto, la ascensión. La comitiva se repartió en parejas. Yo, para hacer méritos a los ojos de Gloria, viéndola emparejada con Suárez, me fui solo delante. El camino es corto, pero bastante agrio.

Si todos se levantasen á un tiempo, huirían despavoridos los que vienen á dilatar su existencia bajo la palmera y el olivo en la orilla roja del mar violeta. Pero la vida quiera vivir. Es una primavera interminable, y cubre todo cuanto toca con el musgo ávido del placer, con la enredadera veloz de la ilusión.

Palabra del Dia

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