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Actualizado: 22 de mayo de 2025
¿Qué habrá encontrado mi tío Francisco en la carta de mi tío Pedro que así se ablanda de repente, y así me trata? dijo el joven, que había comprendido lo bastante el carácter de su tío para extrañar aquel brillante exabrupto ; por darme de comer, mi tío me hubiera enviado un pote cualquiera, en un plato de Alcorcón; ¡pero esta vajilla! ¡estas velas de cera perfumada!... ¡estos candeleros de plata!... Vamos, mi tío tiene sin duda sus razones para adularme, y me adula á costa del duque de Lerma. ¿En qué vendrá á parar tanto misterio?
Es lo cierto que, en el momento en que lo presentamos a nuestros lectores, volviendo del pasaje Jouffroy para confirmar a sus compatriotas la abdicación del duque de Aosta, la obesidad había trocado su talle de palmera en puchero de Alcorcón, y el arte, la industria y hasta la mecánica trabajaban de consumo y a porfía en la restauración diaria de aquel Narciso trasnochado, en riesgo siempre de convertirse en acelga, como en flor se convirtió el antiguo Narciso de la mitología griega.
Los pucheros de Alcorcón, los jarros de Talavera y Andújar, los botijos y la cristalería de Cadalso, las escobas, las cajas de arena y tierra de limpiar metales revelaban una mano tan hacendosa como inteligente. Ni faltaba un poco de arte en aquellos cuatro trebejos colocados sobre cuatro no muy iguales tablas.
En el catálogo, muy incompleto, de sainetes españoles publicados por La Huerta, se enorgullecen con el nombre de Calderón los siguientes: El asturiano en el Retiro. Las Carnestolendas. El dragoncillo. La muerte. La plazuela de Santa Cruz. La premática, y La tarasca de Alcorcón.
Por ahorraros gastos, no presuponemos que caéis en la tentación de pasar todo un día en aquella ilustre villa, cuna del ínclito Padre Mariana; rica de monumentos arquitectónicos; emporio de los opimos frutos y frutas de todo el país que vais á recorrer; renombrada por sus barros cocidos, que os indemnizan del bochorno cerámico que pasasteis en Alcorcón, y vecina del memorable campo de batalla en que españoles é ingleses dimos tan buena cuenta de José Napoleón, de Sebastiani, de Víctor y de otros generales del Imperio, con más de 50.000 soldados vencedores de Europa..... En otro caso vierais allí, además de las murallas, y la catedral, y los conventos, y los palacios, los celebérrimos jardines y alamedas que forman un paseo público á la orilla del noble Tajo..... Pero ¡nada! vosotros vais á Yuste exclusivamente, y no podéis deteneros en parte alguna.....
«¿Pero a usted quién le recomienda?» le preguntó una noche Juan Pablo. A mí D. Claudio Moyano. Pues entonces ya está usted fresco. Dicen que traen al Príncipe... indicó Ramsés II con timidez. Sí; lo traerán los rusos... por las ventas de Alcorcón. Aviado está usted si espera a que venga el Príncipe... Aquí lo que viene es la liquidación social... y después, sabe Dios.
De frente, por encima del oleaje de sombras, como débiles resplandores apenas perceptibles, señalaba otros pueblos: Aravaca y Pozuelo de Alcorcón; y lejos, muy lejos, donde sólo podían alcanzar sus ojos de búho, las luces de El Escorial. Al descender de la altura, encontraron un ancho riachuelo. El Mosco se agachó para tomar sobre sus espaldas a Maltrana, sin hacer caso de su resistencia.
Palabra del Dia
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