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Salud, gran rey de la rebelde gente, salud, salud, Pepillo, diligente protector del cultivo de las uvas y catador experto de las cubas». A cada instante era el poeta interrumpido por los aplausos, las felicitaciones, las alabanzas, y vierais allí cómo por arte mágico habíanse confundido todas las opiniones en el unánime sentimiento de desprecio y burla hacia nuestro rey pegadizo.

«Por más que me digáis, me riñáis y me prediquéis, mi querido cura, no me quitaréis de la cabeza que si Francisco I amaba mujeres tan lindas como Blanca de Pavol, tenía por cierto, mucho juicio. Vos mismo, señor cura, os enamoraríais de ella, si la vierais. Sin embargo, os declaro, sus modales de reina me intimidan algo, a mi, a quien nada intimida.

Tomé un bocado al rayar el día, en el ventorrillo de Dunán.... Pero allí dejé también la última moneda que me quedaba y por eso necesito llegar esta misma noche á Corvalle, donde nada me faltará. ¡Si vierais á mi hijo, tan arrogante, tan generoso! Olvido mis tribulaciones al figurármelo con su verde sayo de montero, bordadas sobre el pecho las armas del rey.

El hombre nos saludó muy cortés y se acercó á nosotros; pero al poco rato, como necesitaba escupir la bilis, sobre si yo había dejado por la mañana las tablas del camastro arrimadas á la pared ó en el suelo, me largó una bofetada... Allí vierais á la Carbonerilla hecha una leona fajarse con él á pescozones. ¡Pin pan! de aquí, ¡Pin pan! de allá... En fin, que el hombre se vió negro para librarse de sus uñas...

Si vierais, como yo vi, el último del mes que se hace el arqueo, la caja abierta, con sacos de lienzo a barullo, a barullo, así de oro y plata... Y la maestra adelantó los brazos en arco, indicando un vientre hidrópico . ¿Pues se os figura que si el contador y el depositario-pagador, y los oficiales, y los ayudantes, fuesen, digo yo, fuesen, quiero decir...? ¿Fuesen... de la uña? ¡Pues!

Y veré a las dos amazonas con los dos pequeños grooms de que hablaba no hace mucho. ¡Si vierais qué elegantes son las dos hermanas a caballo! Una mañana, detrás de ellas, di toda la vuelta al Bosque de Boulogne, en París.

¿Pues qué diríais si de una sola vez, sin más que seguir durante un corto espacio las prácticas y devociones que cierto sabio os ha de prescribir, e sin haber menester libros, ni hacienda ni quebrantos, os vierais dueño de todos los secretos del rey Salomón e por ende sabidor del bien y del mal de todas las cosas, de los signos de los astros, del lenguaje de las animalias y os pudierais hacer invisible cuando os fuese conveniente, o ver a través de la tierra do corren las venas del oro e do se asconden las piedras preciosas; e hacer, en fin, en este mundo todo lo que vuestra alma e vuestros sentidos puedan codiciar, sin más ley que el antojo?

Las doce serían, cuando una gran turba de chicos desembocando por las calles de Pedro Conde y de la Manzana, anunció que algo muy extraordinario y divertido se aproximaba; y con efecto, tras el infantil escuadrón, que de mil diversos modos y con variedad de chillidos manifestaba su regocijo, vierais allí aparecer una falange de cien a caballo vestidos todos con el mismo traje amarillo y rojo que yo había visto en las secas carnes del gran D. Pedro.

Doña Inés agradeció con su mejor sonrisa, mientras proseguía el vizconde: ¡Sobre todo, que las mujeres de España cuando tienen también su poquito de sangre francesa, como mi nieta doña Inés! No seáis adulador, vizconde repuso ésta, irónicamente. Tal vez si me vierais bajo mi estatua yacente que está en la catedral de Ávila...

Han pasado tres semanas, y ni asomos de querer volver allá. Mi Rafael es bueno. Lo ocurrido no fue más que una distracción de muchacho. ¡Si le vierais por las tardes haciéndome compañía en la sala! Un ángel, un verdadero ángel. Se pasa las horas hablando conmigo y con la hija de Matías. Y añadía, extremando su sonrisa y con ojos maliciosos: Creo que hay algo.