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El octavo, no fingir ataque de nervios ni hacer mimos a los primos. El noveno, no desear más prójimo que su marido. El décimo, no codiciar el lujo ajeno. Estos diez mandamientos se encierran en la cajita de los polvos de arroz, y se leen cada día hasta aprenderlos de memoria. El quid está en no quebrantar ninguno, como hacemos los cristianos con varios de los del Decálogo. Sigamos con el platero.

Voy a todas partes y a ninguna, y ando porque me va bien así, porque me gusta andar. No vale confundir la luz con el astro que la produce: ¡bueno fuera que no pudiera amarse la una sin codiciar al otro! ¿Habría locura mayor? Pues tan grande como ella la cometería yo si mis devociones cayeran del lado de las sospechas de usted.

¿Pues qué diríais si de una sola vez, sin más que seguir durante un corto espacio las prácticas y devociones que cierto sabio os ha de prescribir, e sin haber menester libros, ni hacienda ni quebrantos, os vierais dueño de todos los secretos del rey Salomón e por ende sabidor del bien y del mal de todas las cosas, de los signos de los astros, del lenguaje de las animalias y os pudierais hacer invisible cuando os fuese conveniente, o ver a través de la tierra do corren las venas del oro e do se asconden las piedras preciosas; e hacer, en fin, en este mundo todo lo que vuestra alma e vuestros sentidos puedan codiciar, sin más ley que el antojo?

4 Y se llamaban, la mayor, Ahola, y su hermana, Aholiba; las cuales fueron mías, y dieron a luz hijos e hijas. Y se llamaron, Samaria, Ahola; y Jerusalén, Aholiba. 5 Y Ahola cometió fornicación en mi poder; y se enamoró de sus amantes, los asirios sus vecinos, 6 vestidos de cárdeno, capitanes y príncipes, mancebos todos de codiciar, caballeros que andaban a caballo.

Creíale más valiente que el Cid, más diestro en las armas que el Zuavo, su figura le parecía un figurín intachable, aquella ropa el eterno modelo de la ropa; y en cuanto a la fama que don Álvaro gozaba de audaz e irresistible conquistador, reputábala auténtica y el más envidiable patrimonio que pudiera codiciar un hombre amigo de divertirse en este pícaro mundo.

Vea, don Ricardo así sabía decirme el viejo cada que yo le decía lo mismo: «lo hago por su bien, amigo Baldomero, porque yo no me he de casar otra vez... la muchachita es linda por demás y me la van a codiciar... y yo no puedo tenerla atada a los tientos... así que he creído que con la educación se le puede dar una defensa... para que pueda estar sola... y andar por donde quiera... sin peligrar...»

23 los de Babilonia, y todos los caldeos, mayordomos, y príncipes, y capitanes, todos los de Asiria con ellos; mancebos todos ellos de codiciar, capitanes y príncipes, todos ellos; nobles y principales, que montan a caballo todos ellos. 24 Y vendrán sobre ti carros, carretas, y ruedas, y multitud de pueblos.