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Primero, los arrebatos de pasión: una dicha que, encontrando estrecho el elegante nido de los recién casados, paseaba su insolencia feliz por los salones, para dar envidia al mundo; después, la monotonía, el cansancio, la separación lenta e insensible, sin dejar por eso de amarse; a él le atraían sus amistades de soltero, y ella protestaba con escenas y choques que hacían odiosa para Luis la vida conyugal.

Ella aconseja a los rufianes que asesinen a las rameras, después de amarse dolorosamente, en las zahurdas tenebrosas, para que ría el Diablo, padre de las rameras y de los asesinos. La Dama de la Noche entiende las palabras misteriosas que susurran en el fondo de mi alma, sin asomar jamás al labio.

El odio a los franceses no era odio: era un fanatismo de que no he conocido después ningún ejemplo; un sentimiento que ocupaba los corazones por entero sin dejar hueco para otro alguno; de modo que el amar a los semejantes, el amarse a mismo, y hasta me atrevo a decir el amar a Dios, se adaptaban y sometían como fenómenos secundarios al gran aborrecimiento que inspiraban los verdugos del pueblo de Madrid.

Sea de esto lo que quiera, puesto que has aceptado el papel de padre joven de Antoñita, procura, amigo mío, ser ante todo misericordioso y bueno. Y no me reprenda añadió Antoñita con ligero acento de amargura, el haber confesado un instante que después de haber amado a Magdalena podía amarse a otra. No me reprenda: estoy arrepentida.

Porque yo no podía concebir que Lita y Neluco no se amaran, como no lo concebía tampoco la matrona locuaz de Robacío, ni lo concebiría nadie que tuviera entrañas de humanidad y vislumbres de buen gusto, y reparara un poco en aquella parejita, «única», que parecía puesta por Dios en aquel rinconcito de la tierra para eso sólo, para amarse y para unirse.

Voy a todas partes y a ninguna, y ando porque me va bien así, porque me gusta andar. No vale confundir la luz con el astro que la produce: ¡bueno fuera que no pudiera amarse la una sin codiciar al otro! ¿Habría locura mayor? Pues tan grande como ella la cometería yo si mis devociones cayeran del lado de las sospechas de usted.

¡Oh, gentleman! interrumpió ella quejumbrosamente . No sea usted materialista en sus apreciaciones, no se muestre grosero en sus sentimientos juzgando á las personas por su tamaño. ¿Por qué no pueden amarse dos almas á través de sus envolturas completamente diferentes?... Ahora que le conozco, gentleman, me doy cuenta de que toda mi vida he estado esperando su llegada.

Al verse, se avergonzarían de verse; no dejarían de amar de otro modo a Salomón y a Guadé; no podrían amarse entre del mismo amor que los amaban, y morirían más pronto y más desesperadamente. El lance no tenía otra solución que la más lúgubre, a no ocurrir algo con visos de milagro, como ocurrió en efecto.

puedes; haz un esfuerzo, ten valor y sosiégate. Ten en cuenta que, de aquí adelante, no sólo hallarás en á una hermana, sino á una madrina y á una protectora muy pudiente. ¿Y á qué se me da todo eso? Nada. Lo que yo codiciaba era tu cariño. Y no lo tienes como antes, ingrato? Pues qué, ¿los buenos hermanitos dejan de amarse aunque se case uno de ellos?

¿Pero qué disparates son esos? exclamó Rafael. ¿Qué quiere usted decir?... Crea que no la entiendo. Como usted vive aquí no se da cuenta del ambiente que le rodea. ¡Amarse sólo por el amor!