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Primero, los arrebatos de pasión: una dicha que, encontrando estrecho el elegante nido de los recién casados, paseaba su insolencia feliz por los salones, para dar envidia al mundo; después, la monotonía, el cansancio, la separación lenta e insensible, sin dejar por eso de amarse; a él le atraían sus amistades de soltero, y ella protestaba con escenas y choques que hacían odiosa para Luis la vida conyugal.

Madame Neker, cuyo ingenio lució tanto en los salones de Versalles, en los momentos precursores de la Revolución, cuando todas las pasiones estaban a punto de estallar, solía decir a sus amigas que las palabras ofenden más que las acciones, el tono más que las palabras y el aire más que el tono. La esposa del famoso hacendista hubiera podido dictar una cátedra de psicología conyugal.

Kate lo pagaría en la tienda, y ella se olvidaría, de seguro, de pagarlo a Kate; porque en estas cosas de pagar era la duquesa mujer muy distraída... Al salir Kate, avisó que el señor marqués había vuelto. Dispensa un momento, Beatriz exclamó vivamente Currita . Voy a decir adiós a Fernandito. La duquesa hizo un gesto de complacencia íntima ante la ternura conyugal de su amiga.

Pez era el encargado de llevar a la señora de Bringas al domicilio conyugal a las doce o la una de la noche, y por el camino, que desde el primer trozo de la calle de Atocha a Palacio no es muy largo, rara vez dejaba D. Manuel de entonar la jeremiada de sus disturbios domésticos. Cada noche relataba episodios más lastimosos, y conseguía mover borrascas de compasión en el pecho de Rosalía.

Todo con objeto de no nublar el sol de nuestra mutua felicidad... para no marchitar nuestras tiernas promesas en flor, ni oscurecer el cielo conyugal con una explicación desagradable, pero debo hacerlo... ¡vive Dios!... Señora... debo hacerlo hoy. ¡La niña no está ya aquí! ¡Cómo! exclamó la señora de Ponce con sorpresa.

Sofía exclamó: ¡Su prometida! ¿Así estamos ya? ¡Se va a divertir esa joven en la vida conyugal si ya sospecha usted de ella!... ¡Qué chistosos son los hombres! No me haga usted responsable de sus chifladuras, querido. Dispénseme usted que insista, señora.

Eran dos columnas cerradas de prosa poética, engalanada con todas las flores de la retórica, en que se cantaba la dulce influencia de esta mitad del género humano. Aseguraba en términos calurosos, que la civilización no existe sino en el matrimonio. El amor conyugal es su única base. Todo es santo, todo es hermoso, todo es feliz en el lazo íntimo que une a dos jóvenes esposos.

Inventáronse mentiras como castillos para explicar el misterio de su vuelta, el retiro en que se dio a vivir, la tremenda pesadumbre que nublaba el rostro del tío Joaquín González, la desaparición del marido, y tantas y tantas cosas que a escándalo y drama conyugal transcendían.

Y dió un portazo, dejando a Esteven solo, en la alcoba conyugal, pues lo era esta estancia lujosamente decorada... Esteven, con un gorro de terciopelo bordado de gusanillo mate y borla de oro, la barba sin teñir, con unas ojeras como dos pinceladas de betún, amarillo como un cadáver, los ojos fijos en los dos nombres: Rocchio, Portas, que saltaban sobre la mesa de noche, esperaba... Míster Robert entró...

Durante largos años estuvo Lope enlazado con ella por un afecto tranquilo y pacífico, como conyugal, bien diferente de sus otras tormentosas pasiones. Es esta una época de grandes viajes para nuestro poeta, pues suele tener establecidos sus dos hogares en poblaciones distintas. Su mujer, con quien oficialmente vivía, residió en Madrid hasta 1604 y en Toledo de 1604 a 1610.