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Y el millonario revelaba el secreto de su vida conyugal, sin rubor alguno, con la confianza que le inspiraba aquel hombre que casi era su hermano. Se había unido con Cristina en los albores de su fortuna. ¿La amaba entonces? No estaba muy seguro de ello. En aquellos tiempos, sus amores eran con la buena suerte, y no le quedaba tiempo para otros.

A consecuencia del duelo que había terminado de un modo tan fatal para el conde de Lerne, ningún argumento, ningún ruego, habrían podido determinar a Juana Maurescamp a permanecer bajo el mismo techo conyugal y esperar en él a su marido. Esa noche se refugió en casa de su madre, llevándose valerosamente a su hijo.

Señora respondió Boulmet, el señor Desmaroy es un hombre de honor. ¿Qué tiene que ver el honor de un hombre con esta especie de cosas?... ¿Ignora usted, acaso, que hay hombres que se jactan de pagar sus deudas y no temen faltar a sus juramentos? El honor humano es poca garantía cuando se trata de la fe conyugal. El señor Desmaroy tiene principios religiosos, de modo que...

Era preciso mostrar con hechos, aunque traspasaran algo los límites de la prudencia, que había dejado de ser esclava y que asumía su parte de soberanía en la distribución de la fortuna conyugal. No sólo con esto se tranquilizaba su conciencia, sino con la consideración de que el disponer del dinero lo hacía para colocarlo a rédito.

Pareciole demasiado duro al señor de Maurescamp el tenerle por rival hasta en su interior conyugal, y hay que convenir en que si él no hubiese sido el menos recto y el más culpable de los maridos, su susceptibilidad en aquella ocasión habría sido de las más disculpables.

Viéndose a solas en la habitación conyugal pues había vuelto a ella al abandonar su cuarto de enfermo , plantábase frente a un espejo y se perfilaba lo mismo que si estuviese ante un toro, poniendo un brazo sobre otro en forma de cruz, cual si tuviera en sus manos la espada y la muleta. ¡Zas!

En su epístola á Matías de Porras describe con los más vivos colores su felicidad conyugal, mayor aún con el nacimiento de su hijo Carlos: «Cuando amorosa amaneció á mi lado La honesta cara de mi dulce esposa, Sin tener de la puerta algún cuidado; Cuando Carlillos, de azucena y rosa Vestido el rostro, el alma me traía, Cantando por donaire alguna cosa.

El talabartero contemplaba en su imaginación las grandes riquezas que iba a ganar Gallardo, y pensaba igualmente en los cinco hijos que tenía y los que iban a venir seguramente, pues era hombre de una fidelidad conyugal incansable y prolífica. ¡Quién sabe si lo que ganase el espada acabaría por ser de sus sobrinos!... Durante año y medio, Juan mató novillos en las mejores plazas de España.

Admirábanse al mismo tiempo, de que aquel manejo tan significativo pasara inapercibido para aquel que tenía más interés en comprenderlo, es decir, para el barón de Maurescamp, que, sin embargo, había dado pruebas de susceptibilidad conyugal. Y tanto más se admiraban, cuanto que Juana ponía muy poco empeño en disimular; más bien era imprudente.

Se lanzaron á viajar por el mundo. Ella exigió que Lionel abandonase el arte cinematográfico. Más adelante, ¿quién sabe?... Un hombre célebre se debe á su celebridad. Pero, por el momento, «El rey de las praderas» debía ser para ella únicamente. La vida conyugal no le trajo ninguna decepción. El célebre Gould fué, al mismo tiempo, un marido enamorado y un servidor respetuoso.