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Actualizado: 31 de mayo de 2025


al menos, digo á otra bella mora á quien veo salir de su elegante retiro llevando de la mano dos niñas, no serás repudiada por estéril; y sin embargo tus ojos hinchados, el velo que tambien te cubre, el atavío de tus hijas, indican que te dispones á dejar la casa conyugal. No soy estéril, no, pero tambien me veo repudiada.

De resto su único oficio había sido el de estar mareada, como el de su excelente consorte el de darle copas de brandy puro, remedio que algunos consideran eficaz para el «mal de mar». Es un secreto que ninguno ha podido aclarar, si era el mar ó el brandy el responsable de la situacion; pero lo que pudo comprobarse fué que la estimable Francesa no dejó de estar en chispa un solo dia, ni una sola noche, aunque á decir verdad, era una chispa inofensiva que nunca le inspiraba sino ternura, suspiros, lagrimas de amor y recuerdos de felicidad conyugal.

Y así vegetaba ahora, a la vera de doña Basilisa, siempre unidos, transmitiéndose templadas corrientes de mutuo afecto conyugal, pensando en salvar el alma, y no descuidando ayudar a salvar otras. Padre Alesón dijo don Restituto , ese Belarmino me trae... nos trae muy preocupados. ¿Verdad, Basilisa?

Mucho sorprendió a Relimpio, cuando se acercó al lecho conyugal, ver a su cara mitad todavía despierta. «¿Estás en vela, chica? le dijo quitándose su gorrete . Acabo de leer el periódico... ¡Qué cosas pasan! ¡Cómo marean a ese pobre señor! Yo sigo en mis trece; sostengo que D. Amadeo es una persona decente. Déjame en paz. ¡Contenta me tienes!

Hacía tiempo que había echado los ojos para tan laudable destino, sobre Juana de Maurescamp, cuyo desastre conyugal no había escapado a su vieja experiencia. Sin entrar al respecto con su hijo en explicaciones malsanas, trató siempre que pudo de ponerle ante sus ojos a aquella seductora criatura, sin descuidar ninguna ocasión de revelar sus bellas cualidades.

Mírate en el espejo de tus padres: se unieron con el consentimiento de sus familias, sin violencias ni disgustos y la fortuna les sonríe, y son felices, y tienen para su vejez un consuelo tan hermoso como , que eres buena y no querrás amargar los últimos años de su vida. Y el confesor hablaba gravemente, sin el más leve mohín, de la felicidad conyugal de los Sánchez Morueta. Basta por hoy.

Pero el amor, ese señor inflexible de la vida humana, le había arrojado en los brazos de un simple oficial. Su familia se había distanciado de ella hasta el momento en que las brutalidades del señor Chermidy la habían hecho salir de la casa conyugal. ¡Pobre Chermidy! ¡una mujer siempre tiene razón contra un marido que está en China!

Tener hijos, un hijo en quien él mismo reviviera, eso daría nuevo impulso a su vida y una hermosa finalidad a sus energías... Cuando se examina a fondo, Delaberge llega a confesarse que, en ese cambio de vida, lo que con mayor fuerza le atrae no son precisamente los encantos de la compañía conyugal, sino la esperanza y las alegrías de la paternidad.

Por lo demás, si hay algo de cierto en el mordaz proverbio que dice: Al andaluz hacedle la cruz, y al cordobés de manos y pies, bien puede afirmarse que no reza con las mujeres; antes son víctimas las pobrecitas de lo levantiscos, alborotados y amigos de correrla que son generalmente los maridos. Si el marido es mozo y alegre, suele pasar meses enteros lejos del techo conyugal.

Mas el pintor tenía la atención puesta en otro punto y temía que aquel libre chisporroteo ahuyentase la caza que perseguía. Poniéndose serio y con ademanes de hombre sensato y convencido principió a decir lentamente: En este asunto de la fidelidad conyugal pienso que casi todos nos equivocamos.

Palabra del Dia

rigoleto

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