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Actualizado: 30 de junio de 2025


Significaba todo aquello el renacimiento de una iniciativa conyugal largo tiempo abandonada. En la intimidad de las intimidades no tenía Bonis mando superior al que le había sido conferido en los demás quehaceres domésticos; de su espontaneidad no se esperaba ni se admitía cosa alguna.

La brigada toda padeció durante quince días por causa de la grosería de Miguel; pero muy particularmente su digno jefe, que tardó algunos meses en ver limpio de nubarrones el cielo conyugal. Desde entonces el colegial no volvió a pisar las escaleras de la casa, mal llamada de su padre, pues era de todo en todo de su madrastra.

¿Iremos a esperarlo, a ver si viene el señor de Miranda? Irá usted si gusta, señora; en cuanto a , permítame usted que me niegue. Tan agrio era el tono de la respuesta, que Lucía se quedó sin saber qué decir. Van mozos del hotel añadió Artegui con usted, o sin usted, a esperar a los trenes. No necesita darse el madrugón... a no ser que su ternura conyugal sea tan viva....

Se confiaron su situación respectiva, se compadecieron y se amaron: aquella misma noche durmió Isidora en el estudio. El desgraciado artista y la mujer perdida hicieron el pacto de fundir sus miserias en una sola, y de ahogar sus penas en el dulce licor de una confianza enteramente conyugal. El amor les hizo llevadera la desgracia.

A medida que Bringas iba entrando en caja, advertía su mujer que se debilitaban aquellos raptos de cariño conyugal que tan vivamente le atacaron en los días lúgubres de su enfermedad.

Ya prosiguió Rafael que escribió otro poema contra las preocupaciones, contando entre ellas el presagio fatal que se atribuye al número 13, la infalibilidad del papa, el vuelco de un salero y la fidelidad conyugal. ¡Vaya, Rafael! exclamó la condesa riéndose , que no ha dicho nada de eso.

Aquella aspereza matrimonial de que se hizo mención más arriba se fue poco a poco suavizando. Ni era Bringas intolerante en un grado superlativo, y aunque lo fuese, sabía sacrificar a la paz conyugal alguna parte de sus dogmas económicos.

Estaba muy habladora su querida mujercita. Le recordó mil episodios de la vida conyugal siempre tranquila y armoniosa. ¿No quisieras tener un hijo, Víctor? preguntó la esposa apoyando la cabeza en el pecho del marido. ¡Con mil amores! contestó el ex-regente buscando en su corazón la fibra del amor paternal.

Olvidemos las diatribas de San Crisóstomo a nuestro sexo, en gracia a este consejo tan prudente, tan profundo y tan bello, verdadero resumen de la bondad. Anticipémonos siempre a «hacer las paces». No detenga nuestros generosos impulsos un erróneo empeño de amor propio. Quede siempre ahogado el amor propio por el amor conyugal.

Cuando estaban enteramente solos, el digno funcionario solía confiar a Rosalía sus disgustos domésticos, que últimamente habían llegado a turbar la venturosa serenidad de su carácter. ¡Oh! El gran Pez no era feliz en su vida conyugal. La que en otro tiempo fue la misma dulzura, habíase vuelto arisca e intratable. Todo la enfadaba y estaba siempre riñendo.

Palabra del Dia

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