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Actualizado: 8 de mayo de 2025
«Todavía, todavía dijo la cuitada con lúgubre tristeza , no sé, no sé... Quizás no haya nada... Me pasan cosas horrorosas... No me pregunte usted. Eso se queda para mí, para mí sola. Permítame usted que no diga una palabra más. Mi buen maridito es una alhaja... pero no me corresponde a mí contar sus proezas... Demasiado públicas son por desgracia... No se ría usted de mí si me ve llorar.
»Tres intentos de matrimonio a cual más desgraciado, me han desanimado para mucho tiempo, y he abandonado la idea de casarme. »Permítame usted que le cuente estos ensayos lo más sucintamente posible, a fin de contribuir así modestamente a sus interesantes estudios.
Permítame que le alumbre. Perdón... ¿debo esperar nuevas órdenes antes de consagrar al pago de los acreedores el precio de los dijes y joyas que tengo en mi poder? No, ciertamente. Espero, además, que de lo que resta, se cobre usted la justa remuneración de sus buenos oficios.
¿Usted quiere decir algo, señor fiscal? le preguntó al fin el presidente . Le suplico que sea breve. Permítame usted una pregunta... Y sin esperar el permiso se puso de pie, y, fijando los ojos en Karaulova, le preguntó: Diga usted, testigo, ¿cuál es su nombre de pila? Grucha. Grucha es el diminutivo; pero el verdadero nombre es, si no me engaño, Agrafena, ¿no es eso? Es un nombre cristiano.
Entonces no rehuse; si no, establecería una diferencia entre Jaime y yo, y ya no le creería yo cuando me llamase su hijo. ¡Juan, Juan! se limitaba a repetir el señor Aubry, dominado por la emoción. ¡Si tú también eres mi hijo! Permítame hacer la combinación tal como yo la entiendo. Exijo por el momento que usted no se ocupe de nada.
Usted podría inducirla a que nos manifestase la realidad, tal es mi creencia, porque es la única persona que tiene alguna influencia sobre ella ahora que su padre no existe, y, permítame que se lo diga, tengo razones para saber que ella siente por usted una estimación muy grande. Sí observé, no pudiendo contener un suspiro, somos amigos... buenos amigos. Más que eso declaró la señora Percival.
Está recogida al lecho, señor contestó la de Lemos . Además, permítame vuestra majestad que le dé un mensaje importante. Pero pasad, pasad, doña Catalina dijo el rey ; vos sois algo más que un ujier. Gracias, señor dijo la de Lemos entrando, deteniéndose á una respetuosa distancia y haciendo una reverencia á los reyes. ¿Y qué mensaje... tan importante es ese? dijo el rey.
Con todas sus consecuencias repitió el buey Apis. Y paseó por todos los presentes una mirada orgullosa, casi fiera, que no carecía de la tosca grandeza de un Mario, a la vez plebeyo y formidable, que se dejase acariciar por afeminados patricios... Un aplauso general acogió la declaración del antiguo revolucionario, y Villamelón, muy conmovido, propuso un brindis en honor del rey Alfonso XII. Apuráronse las copas, y Fernandito, tomando entonces la que había servido a Martínez, dijo solemnemente: Esta copa tendrá con los años gran valor histórico. ¿Me entiende usted, Martínez?... Permítame que la guarde... Quiero legarla a mis hijos.
Su señor padre, el duque de La Tour de Embleuse, que me honra con su amistad... ¿Usted conoce a mi padre, señora? interrumpió vivamente Germana . ¿Hace poco que lo ha visto usted? Hace ocho días. Permítame, pues, que la bese. ¡Mi pobre padre! ¿Cómo está? Nos escribe rara vez. Deme noticias de mi madre. La señora Chermidy se mordió los labios.
Pero qué, ¿no está? ¡Virgen Santa! Caballero... dígame usted... permitame.... Y olvidando que el tren andaba, iba a abrir la portezuela rápidamente, cuando el empleado la detuvo asiéndola del brazo con vigor. Eh, señora dijo en voz ruda , ¡pues no ve usted que se mata! No se puede salir ahora. ¿Está usted loca? Y acabemos, que yo necesito el billete.
Palabra del Dia
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