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Mi deseo es respetar en todos conceptos las obligaciones de mi difunto amigo. Esa es una promesa que hace usted dijo con cierta ansiedad. Es preciso que la haga solemnemente... vamos, que jure. ¿Quiere repetirla? ¡Levante su mano Y señaló el gran crucifijo que había en la blanca pared. Levanté mi mano y exclamé: Juro proceder como Burton Blair ha procedido.

Curado en pocos días de las consecuencias del panojazo, juró solemnemente huir de todo contacto con tales gentes; y al efecto se proveyó de caña y escopeta, para explotar, en los ramos de pesca y caza, aquellas regiones donde tantos disgustos iba pasando mientras buscaba la realidad de sus mejores ilusiones.

Pues lo que hice al día siguiente: bajar al pueblo para pedir solemnemente la mano de Lituca a su abuelo y a su madre, después de haber dado por la noche cuenta de mi resolución al Cura don Sabas y al médico, que me la pusieron en las nubes, particularmente el primero, que hasta lloró de entusiasmado, y, por su gusto, hubiera mandado repicar las campanas en celebración del acontecimiento, que tenía por providencial para la casona, para , para Lituca y para el valle entero y verdadero.

Cuando le parecía al buen tendero que iba demasiado lejos en sus negaciones, para ocultar el miedo, se ponía de pie, copa en mano, y decía solemnemente: En último caso, si me equivoco, si blasfemo... toda la responsabilidad caiga sobre ese pillo... sobre ese rapavelas... ¡sobre ese maldito don Fermín!...

Volvía a ver con el pensamiento los tiempos difíciles que había atravesado, y que apenas alumbraron algunos rayos de sol. Hacía seis años ya que su padre le dejó solemnemente, en su condición de hijo mayor, la granja, la antigua propiedad familiar, para retirarse a la pequeña ciudad y llevar en ella una vida apacible y cómoda.

Era de ver cómo los criados, las hermanitas, y la misma D.ª María, sin poder contener en los límites de la dignidad su maternal cariño, le abrazaban y besaban a porfía, y uno le coge, otro le deja, durante un buen rato le estrujaron sin compasión. Al fin, reuniéndose todos, incluso los huéspedes, en la sala baja, D. Diego fué solemnemente presentado a su novia.

Os lo agradezco, contestó el Cardonal, tomando polvos de su tabaquera de oro. Encontré en el Nuevo Mundo, Eminencia, lo mismo que en Europa. Quince años he vivido una vida angustiosa, y hoy vengo a impetrar vuestro perdón y a morir en mi país. Fué tal su acento de sinceridad, que el Cardenal se puso de pie solemnemente y bendijo a don Fabricio de Portinaris.

Escribí algunos artículos de costumbres en los periódicos, y aunque no me dieron un cuarto por ellos, tuve la satisfacción de que Collantes declarase solemnemente, a la hora de almorzar, que «dramático, lo que se llama dramático, no lo sería nunca, pero en el género descriptivo podría aún dar mucho juego». Con este fallo tan lisonjero, confirmado por los tertulios del Oriental, quise volverme loco de alegría y me puse desde entonces con tanto afán a describir cuanto se me ofrecía delante, como si Dios me hubiera mandado al mundo exclusivamente con ese objeto.

Además de haber confesado sus delitos políticos, de los cuales se arrepentía solemnemente, había revelado su crimen pasional de Suiza.

Pues yo exclamó solemnemente Orgaz padre, puesto en pie y con voz temblorosa yo no hago nada de eso. Así me bato yo. La cuestión no es ser diestro, es tener valor. ¡Bravo, bravo! ¡eso, eso! gritó gran parte del concurso, como si oyera aquello por primera vez. Siempre que se hablaba de desafíos decían lo mismo que aquel día Foja, don Frutos, Orgaz y otros caballeros.