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Parecía que lloraban, y lo que hacían era manifestar una gran alegría. Son los inconvenientes de este acento tan dulce. Pero yo no quiero hacer comentarios sobre el acento gallego. En esto de los acentos tengo una experiencia algo desagradable y no desearía repetirla con mis propios paisanos. ANTONI

Egoísmo puro y rebeldías insanas del amor propio contrariado; y como siempre que un hombre, por corrido que sea, se halla en estas situaciones de ánimo, lo primero que pierde es el sentido común, barruntando yo que iba a cometer allí alguna majadería gorda si me dejaba dominar un poquito más del prurito que empezaba a consumirse, di un recorte a la conversación que seguía maquinalmente, y por terminada la visita, con la promesa formal, ¡vaya si lo era! de repetirla a menudo.

Además, ha confesado que aquella frase «no la siente», y no sintiéndola, ¿cómo va á repetirla bien?... El autor trata entonces de sustituir algunas palabras; pero esto, así, de sopetón, tampoco es posible; mejor será cambiarlo todo. ¡No pase usted apuros exclama; mañana la traeré á usted una frase nueva!

Era un exagerado y así en los goces como en las penas iba hasta el último extremo... Le he visto llorar arrepentido en los brazos de su madre, como un niño, después de alguna calaverada gorda, lo que no le impedía repetirla el día siguiente.

Pensó mucho, muchísimo, en estos particulares, y en la primera carta que escribió a su hermana la dijo: «podemos seguir tratando de eso, si te parece», después de repetirla el dicho y de glosarle con cierta discreción a su manera.

Allí se proclamaba la romanza de moda, y cuando ya la habíamos olvidado, venían los extranjeros, años después, á repetirla como una novedad. Hizo una breve pausa. Si los señores quieren continuó , los llevaré á la vuelta á Piedigrotta. Verán la pequeña iglesia de San Vitale.

Mi deseo es respetar en todos conceptos las obligaciones de mi difunto amigo. Esa es una promesa que hace usted dijo con cierta ansiedad. Es preciso que la haga solemnemente... vamos, que jure. ¿Quiere repetirla? ¡Levante su mano Y señaló el gran crucifijo que había en la blanca pared. Levanté mi mano y exclamé: Juro proceder como Burton Blair ha procedido.

Lo mismo hizo Sebastián y Latre con Progne y Filomela, de Rojas, y con El parecido en la corte, de Moreto . Pero era tan grande la afición del público á sus antiguos poetas, que no toleró la representación de la última pieza falsificada, sino que obligó á los actores á repetirla al día siguiente en su forma primitiva.

Engañado por la fijeza de los ojos de Gillespie, el traductor había osado dirigirle la tal pregunta convencido de que le escuchaba con atención. Luego tuvo que repetirla dos veces más, mientras á su lado el ilustre jefe de la Universidad se agitaba en su asiento nerviosamente, considerando como una ofensa la actitud distraída del gigante.

Era muy dada a los libros; pero sólo leía cuando se lo permitían sus quehaceres. Leía todas las noches el «Año Cristiano», y se sabía al dedillo las vidas de los santos. Una noche le tocó leer la vida de Santa Teresa. ¡Jesús! exclamó. Si ya me la de memoria. ¡Puedo repetirla del pe al pa! Y como tía Carmen dudara, Angelina refirió, con muy buen acuerdo y muy donosamente, la vida de la mística.