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Actualizado: 4 de junio de 2025
Recordarás muy bien que al realizar la compra de tu ferrocarril se ha convenido, o por mejor decir, nos has prometido solemnemente no presentarte en la subasta de la línea de S * a V *. Ya lo creo que me acuerdo ... ¡admirablemente! Pues hoy hemos visto con sorpresa que hay un pliego tuyo....
A 27 de Agosto entró solemnemente en Sevilla el Rey Católico. La ciudad erigió en su honra trece arcos, los cuales hizo Alonso Rodríguez Maestro mayor de la Santa Iglesia y se le dieron por su trabajo 15000 mrs.
Pomerantzev, indignado al oír tales acusaciones, retrocedió unos cuantos pasos, tendió solemnemente la mano derecha y dijo con voz grave: ¡Señor Petrov, es usted un monstruo! No volveré nunca a darle a usted la mano. Voy a pedir a nuestros compañeros que juzguen su conducta innoble. Y, en efecto, dio al punto principio a la organización de un tribunal. Pero la tentativa fracasó.
Que yo me quedo aún en el pueblo, y que á los tres días se bautiza solemnemente un niño. Aunque me digan frailes franciscos que aquel niño es hijo de matrimonio, y que es hijo de Juan Lanas y de su mujer, yo diré siempre, aun cuando pasen muchos años: ese tal no se llama Juan Lanas, ó no debe llamarse, sino Juan de Quevedo y Sandoval.
Y levantándose entonces de la silla se dirigió hacia su madre con los ojos echando chispas, y haciendo la cruz como para persignarse, dijo solemnemente: Por esta cruz lo juro: yo me vengaré. Ella se acordará de mi durante toda su asquerosa vida o me han de borrar el nombre que tengo. Sí, hija mía repuso Juana , véngate, véngate. Nada más natural y razonable, pero sin hacer ninguna barrabasada.
Doña Josefa, con un vestido algo raído de lana y gran mantilla de un negro ya amarillento, entró solemnemente en la barraca, y después de algunas frases vistosas pilladas al vuelo á su marido, aposentó su robusta humanidad en un sillón de cuerda y allí se quedó, muda y como soñolienta, contemplando el ataúd. La buena mujer, habituada á oir y admirar á su esposo, no podía seguir una conversación.
El lo prometió solemnemente. Pensando en la falta de su cuñada, se repetía con frecuencia: «Del agua mansa me libre Dios, que de la corriente me libraré yo». Y desde entonces no sólo perdonaba a su mujer aquella ligereza y frivolidad, afición al lujo y carácter altanero que tanto le habían disgustado, sino que llegó a ver en estos defectos una garantía de su fidelidad.
Hasta los capitanes principales, casados con princesas del país, fueron asesinados en sus casas. Los almogávares fortificados en Gallípoli, por un escrúpulo caballeresco propio de la época, se creyeron en la imposibilidad de defenderse si no declaraban antes la guerra al basileo solemnemente.
Además su miseria, su abandono, la preocupaban más que todo; su pensamiento principal era librar a sus tías de aquella carga, de aquella obra de caridad que cada día pregonaban más solemnemente las viejas. Quería emanciparse; pero ¿cómo? Ella no podía ganarse la vida trabajando; antes la hubieran asesinado las Ozores; no había manera decorosa de salir de allí a no ser el matrimonio o el convento.
Y ya que como usted dice nos ha reunido la Providencia, sea usted mi misionero en buena hora. Le prometo escucharle y... No seré yo quien haga a usted creer en Dios, me dijo solemnemente el padre Ambrosio, será ¡ella! ¡Oh! ¡acaso! El afecto que me inspira es profundo.
Palabra del Dia
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