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No me hace falta la familia. ¡Ustedes son mi familia, ustedes son todo para ! Cuando la familia vino a menos, y mis tías no pudieron ya retribuir sus servicios, Andrés, más por ser útil a nosotros que por deseos de medro, nos dejó y fué a establecerse en un pueblo cercano.

¿Linilla? ¿Linilla te decían? ¡Pues Linilla he de llamarte yo! Siga el cuento.... ¿Cuento? ¡Historia de dolor! Prosigue. Así, de ese modo, fui a la casa del padre; padre ha sido para , y muy tierno y cariñoso. Lo demás ya lo sabes; te lo habrán dicho tus tías....

Ya estoy viejo, repetía el sacerdote el mejor día me da un supiritaco y no tengo quien me vea.... Pancha está peor que yo.... Mis tías lamentaban la ida de la joven, pero no se atrevieron a contrariar al padre. Se limitaron a rogarle que la trajese de cuando en cuando. El buen señor me trató con mucho cariño.

, señor interrumpió la marquesa de Vegallana, que no toleraba los discursos de Glocester ; señor, su madre era una perdida, corriente; pero la chica se presenta bien, según dicen sus tías; es muy dócil y muy callada. Ya lo creo que calla; como que no puede hablar aún de pura debilidad. Esto lo dijo el médico de la aristocracia, don Robustiano, que asistía a Anita.

En ese tiempo encontró a María Teresa. Fue en casa de una de las parientas de su madre; en el de una condesa que figuraba entre las veneradas «tías» del marido de Lola. Iba a estas reuniones Fernando cuando de cinco a siete de la tarde no encontraba mejor distracción a su aburrimiento.

Su conciencia le gritaba que no era aquél el sacrificio que ella podía hacer. El claustro era probablemente lo mismo que Vetusta; no era con Jesús con quien iba a vivir, sino con hermanas más parecidas de fijo a sus tías que a San Agustín y a Santa Teresa.

A solas en su alcoba algunas noches en que la tristeza la atormentaba, volvía a escribir versos, pero los rasgaba en seguida y arrojaba el papel por el balcón para que sus tías no tropezasen con el cuerpo del delito.

Tuvimos una fiesta de Navidad muy alegre, como nadie se la esperaba. Andrés vino y dijo a mis tías: Señoras; es preciso que tengamos fiesta. En años pasados la Noche Buena estuvo para nosotros muy triste.... Ahora no ha de ser así, no, señor, porque quiero que el amito esté contento. Todo corre de mi cuenta.

Dice papá que está muy bonito; le ha gustado mucho, y creo que a te parecerá lo mismo. «Cuida mucho de tus tías, principalmente de doña Carmelita; mira que le gusta mucho que la mimen. ¿La ves así, que es tan seca y adusta? Pues sin cariño no puede vivir. «Vivo por y... sólo para , tu Linilla». Estuvo escribiendo hasta después de media noche.

Las tías sentían un vago remordimiento por la compra del caserón. Comprendían que valía más, mucho más de lo que habían pagado por él, abusando de la situación apurada de don Carlos, que además era un aturdido en materia de intereses. ¡