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Actualizado: 12 de junio de 2025


De noche no tengo que lidiar con el rebaño; ven y oirás la odita. Pero antes ¡dame un abrazo! ¡Vaya, muchacho, si eres ya un hombre! Di a tus tías que por allá iré. A la salida me detuvo en la esquina unos cuantos minutos.

Hasta que cumplí los veinticinco años no supe que mi tío Alberto, un bravo militar que murió en Yucatán víctima del vómito, no era hermano de mi madre. Mis abuelos le recogieron no dónde; le dieron crianza, nombre y carrera, y todos le creían hermano de mis tías. Nadie me contó esa historia. Súpela casualmente.

Ya es tarde para emprender un nuevo camino. Mi vida terminó, y aquí me enterrarán, estoy seguro; aquí quedará todo lo que heredé de mi padre, todo lo que me legaron varias tías viejas... Algunas veces, viendo claro, he emprendido un viaje de huída... Pero al estar lejos siento una indignación feroz.

Ella era la única que poseía el secreto de mis tristezas; sólo ella sabía darme aliento y ánimo. Frecuentemente me encerraba yo en mi recámara para dar rienda suelta a mis cavilaciones y melancolías. Allí pasaba yo horas y horas. ¿Estás enfermo? me preguntaban las tías. Di que tienes.... «¡Vaya si soy desgraciado! pensaba yo, tendido en el lecho.

Si trae usted algún bulto mándelo a mi casa, para que a medio día se lo traigan los arrieros». Andrés estaba en la sala con mis tías. Al verme exclamó: ¡Aquí está el campirano! ¡Ya lo verán ustedes mañana, qué plantadote, con el sombrero charro y el pantalón ceñido! Y me tomó del brazo y me llevó a mi cuarto. ¡Vaya! Aquí está todo. Me parece que toda está bueno.

La noche anterior se había dormido con los dientes apretados y temblando de frío. Había querido escribir a sus tías de Vetusta y no había podido coordinar las palabras; hasta dudaba de su ortografía. Tuvo pesadillas, y aunque hizo esfuerzos para no declararse enferma, el mal pudo más, la rindió.

Y buscaba yo, entre las mil casas de Villaverde, la humilde casita de mis tías. Ahí estaban las buenas ancianas que tanto me querían; ahí estaba Angelina, la pobre huérfana objeto de mi amor.

Se fue a Madrid Mesía, a cepillar un poco el provincialismo. Dejaba ya en Vetusta muchas víctimas de su buen talle y arte de enamorar, pero los mayores estragos pensaba hacerlos a la vuelta. La tarde en que Álvaro tomó la diligencia, Ana había salido a paseo con sus tías por la carretera de Madrid. Encontraron el coche. Álvaro las vio y saludó desde la berlina.

Una posición modesta, modestísima, rayana en la pobreza, es cuanto deseo para que mis pobres tías pasen tranquilas los últimos años de su vida, y ¡nada más! Nada me seduce en el mundo como no seas , , Linilla, alma de mi alma, en quien cifro ilusiones y esperanzas, en quien he puesto todo mi cariño.

Así le conocí cuando era yo niño, cuando mis buenas tías me confiaron a la férula resonante de aquel buen anciano, maestro de dos o tres generaciones de villaverdinos. Esto de la férula no es figura retórica; el pomposísimo la tenía, y muy sólida, de perdurable zapotillo, ennegrecida por el uso.

Palabra del Dia

rigoleto

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