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Actualizado: 12 de junio de 2025
Siempre le vimos como pariente nuestro, como individuo de la familia, igual a mí, igual a mis tías; pero el honrado viejo nunca quiso aceptar tales distinciones; nunca accedió a nivelarse con aquellos que consideraba sus amos. ¡Aquí estoy bien, Rodolfo! me contestaba, aquí estoy bien. Y sin sentirse humillado, sin desdeñar lo que tanto merecía, se quedaba en el sitio acostumbrado.
En todo estaban de acuerdo: después de tantas conversaciones se encontraba ahora con que tenían una porción de gustos idénticos. En un incidente del diálogo se acordaron del día en que Mesía dejó a Vetusta y encontró en la carretera de Castilla a Anita que volvía de paseo con sus tías.
Su orgullo bonachón creía haber perdido lamentablemente el tiempo cuando terminaba el año sin haber hecho noventa visitas a estas ilustres damas, a las que llamaba por antonomasia «nuestras tías». Ojeda le confió sus bienes para seguir sin preocupaciones una vida doble de placeres.
Tendría yo en la hacienda casa y comida; los tiempos mejoraban, y era del caso aprovechar la buena suerte; pero la idea de abandonar a mis tías, aunque fuese para atender a sus necesidades de un modo más amplio, me atormentaba, me llenaba de angustia, y no dejaba de aterrorizarme el pensamiento de que en el prometido empleo me sería necesario tratar con personas que no me estimaran, que acaso no me conocían, y de las cuales tendría yo que sufrir menosprecio y maltrato.
Larga era la distancia a que de mi iba a ponerse, y o renunciaba el honorífico y encumbrado oficio que se le había dado, o descuidada me dejaba, estando entre ambos los mares. Había yo cumplido ya mis diez y ocho años, y enseñádome habían las buenas madres todo lo que enseñarme podían. Mis dos ancianas tías habían muerto la una tras la otra.
No, hombre no: éstas son tías... primas segundas de mamá... Por supuesto, te lo digo en reserva, porque si ellas supieran que yo ando propalando este secreto, serían capaces de asesinarme, ¿no es verdad, mamá? Pues que quieran o no respondió la brigadiera, son tus tías, y la menor pasa ya de los treinta. Oyes, Julia dijo Miguel hablando otra vez en voz baja. ¿Se te ha declarado ya ese...?
»Terminó la comida en menos de tres cuartos de hora, aunque yo hubiera jurado cosa bien diferente, y continuó la noche, a pesar de ello, andando, para mí, a paso de carreta. Cuanto más combinaciones inventaba, más semejanzas iba hallando con las cataduras de mis tías.
No sé qué nuevos sonidos arranca mi alegría a las teclas. «Con esta marcha me casé yo; con esta misma te casarás tú». Sí, sí, ¡ay de mí! dice tristemente mi dulce hermanita: antes de llegar a esa marcha, ¡buena lucha nos espera con mamá, con mis cuñadas, con las tías de Carlitos, con la abuela del rey de los cipreses! ¡y que no es orgullosa la señora! ; con los pagarés, con las hipotecas, con...
Pero es lo cierto que don Román me quiso siempre como a un hijo; que me trató con suma benevolencia; que pocas veces sintieron mis manos los golpes de su férula, y que el buen anciano, no obstante su pobreza, me dio lecciones durante dos años, sin exigir de mis tías extipendio alguno. Me apenó ver a mi maestro tan triste y abatido, cuando estaba tan cerca del sepulcro.
Batistet ponía mal gesto á todas aquellas «tías» que tantas veces se burlaron de él cuando pasaba ante sus barracas, y acabó por refugiarse en la cuadra, para no perder de vista al pobre caballo y continuar curándole con arreglo á las instrucciones del veterinario, llamado en la noche anterior.
Palabra del Dia
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