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Se sublevaba, se sublevaba; que lo supieran sus tías difuntas; que lo supiera su marido; que lo supiera la hipócrita aristocracia del pueblo, los Vegallana, los Corujedos... toda la clase... se sublevaba...». Así era el cuarto de hora de Anita, y no como se lo figuraba don Álvaro, que mientras hablaba sin propasarse, estaba pensando en dónde podría dejar un momento el caballo.

Demasiado es en ellos esa suspicacia extremosa que forma su carácter, primer testimonio de que no carecen de criterio. ¡Ojalá supieran educarle, y entonces no emplearían aquélla en dudar de todo el mundo, ni se acarrearían esas guerras intestinas que los lleva á cada instante á disputar sus derechos ante los tribunales de justicia, consumiendo en empresas tales el fruto de sus faenas, mientras sus hijos se arrastran desnudos, pidiéndoles un pedazo de pan que no siempre reciben!

Pero también recomendó que me llevaran a la estancia o sino a Mendoza, por el clima. "Yo creo que me agravo tanto porque no me desahogo, porque no digo a nadie la pena que me mata. Claro que si los médicos supieran esto no andarían tan despistados. Castro Fernández preguntó, es cierto, si no había pasado disgustos, pero yo lo miré riendo, a todos los miré riendo.

Aunque otros glosaban había sido oculta Providencia Divina, que suavemente disponía para su desengaño a los Reos, que murieran casi en el propio lugar, que habían escogido, para el embarco en la fuga: y supieran los venideros o los que queden, que sabe Dios hacer braseros en que arda, donde buscó la perfidia su escape, en que navegara para obstinarse proterva.

No, hombre no: éstas son tías... primas segundas de mamá... Por supuesto, te lo digo en reserva, porque si ellas supieran que yo ando propalando este secreto, serían capaces de asesinarme, ¿no es verdad, mamá? Pues que quieran o no respondió la brigadiera, son tus tías, y la menor pasa ya de los treinta. Oyes, Julia dijo Miguel hablando otra vez en voz baja. ¿Se te ha declarado ya ese...?

Su anhelo era marchar delante. Habría deseado tener una campanilla para ir tocando por aquellos corredores a fin de que supieran todos qué gran visita venía a la casa. «Niña, no es preciso que nos acompañes dijo Guillermina que no gustaba de que nadie se sofocase tanto por ella . Nos basta con saber que están en casa». Pero la zancuda no hacía caso.

De manera que, siendo exacto este principio, en vez de desear su abolición, debemos fomentarla. Se murmura poco todavía... El otro día, hallándome en una fiesta social, me refería un amigo erudito esta frase de Pascal: «Si los hombres supieran lo que dicen unos de otros, no habría cuatro amigos en el mundo». No habrá muchos más.

Eran ya las diez de la mañana, porque con aquello de lavarse bien se había ido bastante tiempo. Rosita tardó mucho en traer el agua, y Nicanora se había dado la inmensa satisfacción de ir a la compra. Todos los individuos de la familia, cuando se encontraban uno frente a otro, se echaban a reír, y el más risueño era D. José, porque... ¡si supieran!... iv

En cuanto cargo un peso pequeño, me caigo al suelo. Si me pongo a hacer alguna cosa difícil en seguida me desmayo. Todo sea por Dios.... Vamos, que si cayeras en manos de personas que te supieran manejar, ya trabajarías bien. No, señor repitió la Nela con tanto énfasis como si se elogiara ; si yo no sirvo más que de estorbo. ¿De modo que eres una vagabunda? No, señor, porque acompaño a Pablo.

Voy a poner este chisme sobre la mesa y a escribirles largamente, confesando todo; quiero que me perdonen, porque sin su perdón, no me iría tranquilo... ¿qué dirá de , papá? ¡tanto esperar de su Quilito! tengo la pluma en la mano y el papel por delante, y no qué decirle; me da vergüenza confesarle que su hijo es un falsificador... no, no se lo diré, no le escribiré nada; vale más irse en silencio, sin despedirse... Romperé esta carta y escribiré dos líneas pidiéndoles perdón, porque sin el perdón no me voy, no me voy... A Susana, , una carta muy larga, para que se acuerde de , para que rece por , ¡qué desgracia la mía! tan feliz que podía haber sido, y no he podido serlo, a causa de esta tendencia maldita, que lo reconozco, me lleva por otro camino que el del trabajo, que, forzosamente, fatalmente, estamos obligados todos a seguir; yo creo que en hay algo del tío Agapo, solo que él se contenta con lo que tiene, y no hace nada, y yo he deseado tener más, sin hacer nada... Lo que he puesto el nombre de Susana, la mano me ha temblado: ahora lloro, ¿me faltará valor? ¡ay! no puedo pensar en mis viejos y en ella, sin afligirme... Tiíta Silda, estoy seguro, ha de guardar mi secreto, y si logra recuperar el pagaré, mi falta no la sabrá nadie, nadie más que ella y Dios; esto me consuela, porque la idea de que había deshonrado a mi padre, después de arruinarle, y que él lo supiera, y que Susana lo supiera, y que todos lo supieran, amargaría más mis últimos momentos... ¡Adiós!