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Luego, cuando la estruendosa caída del privado, y aun después de la fuga, el caballero avilés, fiel a sus principios de lealtad, fue quizás el único palaciego que osara defenderle. Esto bastó. Una consigna sigilosa bajó de lo alto. Se le hizo sufrir toda suerte de humillaciones, se le postergó en las ceremonias, se le vejó ante las damas, sus memoriales fueron a dar a los braseros.

1 Harás también altar de madera de cedro de cinco codos de longitud, y de cinco codos de anchura; será cuadrado el altar, y su altura de tres codos. 2 Y harás sus cuernos a sus cuatro esquinas; sus cuernos serán de lo mismo; y lo cubrirás de bronce. 3 Harás también sus calderos para limpiar su ceniza; y sus paletas, y sus tazones, y sus garfios, y sus braseros; harás todos sus vasos de bronce.

Aumentó el número de los criados, renovó las libreas, adquirió nuevos braseros de plata, nuevos velones y candelabros, desempeñó de los genoveses sus mejores tapices. El encargado del chocolate y los vinos era el segundo sacristán de San Pedro, amigo de Medrano. Tres esclavos amasaban la harina. Un famoso repostero de Madrigal preparaba las pastas, un morisco la aloja.

El uso continuo de esta prenda, aun más allá del 40 de Mayo, se explica por su aborrecimiento de estufas y braseros que, según él, son la causa de tanta mortandad. Como no estaba embozado, pudo Benina observar que traía cuellos y puños limpios, y gruesa cadena de reloj, galas que sin duda respondían a la etiqueta del aniversario.

Y en su pirámide de cinco terrazas se levantaba por sobre toda la ciudad, con sus cuarenta templos menores a los pies, el templo magno de Huitzilopochtli, de ébano y jaspes, con mármol como nubes y con cedros de olor, sin apagar jamás, allá en el tope, las llamas sagradas de sus seiscientos braseros.

No cómo puedes resistir esto, Felipe; tus gentes te cuidan muy mal; yo en lugar tuyo ya tendría consumida la sangre. no quieres creerme. Echa de tu lado á Lerma, y á Olivares, y á Uceda, que son otros tantos braseros en que se abrasa la sangre de España, y que acabarán por sofocarte. ¿Sabes, Manolillo, que después de lo que me has contado, me pareces otro hombre? dijo el rey.

Sale poco; puede vérsele todas las tardes en una tienda adjunta a su casa y que da a la calle. El mobiliario de esa estancia no es rico; paredes blancas enlucidas con cal, un banco circular de madera, cojines, largas pipas, dos braseros... Ahí recibe Sid'Omar en audiencia y administra justicia. Un Salomón de tienda. El concurso es numeroso hoy, domingo.

A veces la carraspera le dificultaba el discurso; acercábase entonces a alguno de los braseros y espectoraba sobre las ascuas. Su grande amigo don Enrique Dávila, señor de Navamorcuende y Villatoro, escuchábale absorto y vibrante, con las pupilas inflamadas por la pasión, acabando casi siempre por dejar el asiento y plantarse a pocos pasos de Bracamonte, como hechizado.

Muros calcinados se habían desplomado sobre la calle, vigas medio carbonizadas obstruían el paso, obligando al vehículo á virar entre los escombros humeantes. Los solares ardían como braseros entre casas que aún se mantenían en pie, saqueadas, con las puertas rotas, pero libres del incendio.

Sólo quedaba la pura emanación de la mente; y las ideas parecían brillar con más fuerza en la sombra, como las ascuas de los braseros. Dos días después sobrevino un hecho inesperado. Sería algo más de la una. Sentado, como de costumbre, junto a la ventana, Ramiro hojeaba al azar el Cordial, el Arte de bien morir, el Contemptus Mundi. La vidriera dejaba pasar una luz plomiza y melancólica.