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Actualizado: 12 de junio de 2025


Me resigné a dejar los libros y a renunciar a las alegrías de la vida estudiantil, para buscar en Villaverde lo que tal vez no faltaría: un destinejo que me proporcionara cada mes algunos duros. Confiaba yo en la bondad de mis paisanos, en la benevolencia de nuestros amigos, para quienes no era un misterio la situación precaria de mis tías.

Todos os pasaríais al partido de los pobres. ¡Vivan los pobres! digo yo, y caiga el que caiga. ¡Abajo los ladrones!... Puño, vienen más coches, todos con tías brujas o con mozas guapas muy tiesas. Ya, ya; ¿sombrillita para que el sol no les queme las caras?

Al acabar la última página advertí que aquella lectura había sido inútil. Mi cabeza no estaba para novelas. Temprano, antes de que se despertaran mis tías, salía yo al patio.

Pero, tía: decíale yo recuerde usted que a mi llegada, hablando de Angelina, me dijo usted: «yo te diré».... ¡Para qué! contestaba. Es una historia muy triste.... No me causaba extrañeza la singular discreción de mis tías. Así fueron siempre todos los de la familia. De ciertas cosas no se hablaba en mi casa. Esta reserva les fué perjudicial en ciertas ocasiones.

Vendrán por usted. Mandaré un criado. ¿Tiene usted costumbre de montar a caballo? No, señor, debo hacerlo como un colegial.... Sonrió el hacendado, y me dijo: Amiguito: ¡ya veremos!... Cabalgando se aprende.... Después se habló de mi familia, de mis tías, de la enfermedad de mi madrina, de mi abuelo, a quien había tratado en no qué parte, y luego, en dos palabras me despidió.

Cada día dijo el Estudiante hay cosas nuevas en la Corte. Y, a mano izquierda, entraron a otra plazuela al modo de la de los Herradores , donde se alquilaban tías, hermanos, primos y maridos, como lacayos y escuderos, para damas de achaque que quieren pasar en la Corte con buen nombre y encarecer su mercadería.

El señor Fernández me habló de la belleza del camino, de la buena condición del caballo que me había mandado, y terminó preguntándome por mis tías. ¿Y Angelina? dijo la señorita. ¿Angelina?... En San Sebastián... con el P. Herrera... contesté. Papá: ¿conoces a esa joven?

Generalmente era en extremo altiva y fría, crítica terrible que tenía en la punta de los dedos los nombres de las primas, tías y sobrinos de todo el mundo. La verdad es ésta prosiguió.

Yo no la he visto más que en figura; porque han de saber ustedes que cuando fuí a visitar a sus tías en Córdoba, me dieron un medalloncito con el retrato de la que ha de ser mi mujer, el cual retrato, por temor a que se me perdiera, lo he dado a guardar al Sr. de Santorcaz.

Vive para tus tías, vive para ser feliz, que yo buscaré en Dios otra felicidad mejor que todas esas tan codiciadas en el mundo. «No pienses que el término de nuestros amores se debe a todos esos embustes que corren en Villaverde, que trajeron hasta aquí las Castro Pérez, y de los cuales mismo me has hablado; no, Rodolfo: no soy injusta ni ligera. Ya me conoces.

Palabra del Dia

rigoleto

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