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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Y estos ladrones consentidos y acatados, ¿no tienen mujer con historia negra, e hijas con parecidos extraños? Y estas hijas, sin ser santas ni servir ninguna de ellas para descalzar a mi inocente Luz, ¿no se ven bien codiciadas de los guapos mozos, y a sabiendas, y no se casan sin que las gentes se escandalicen ni se junte el cielo con la tierra?
No faltaban tampoco las nunang, que son las más pequeñas de todas, sin verrugas ni espinas, lisas y con toda la piel negra, pero que son las más codiciadas, pagándose en los mercados chinos hasta a treinta y cinco pesos el pikul. Había también otras de calidad inferior, como los zapatos, los lowlovan, los balatliman, los botan y los hangenan, que se venden a seis pesos el pikul.
Reconocía que era hermoso de cuerpo, noble de alma, y culto y rico de inteligencia; que levantaba muchos codos por encima de los galantes frívolos, de los mozos simples y de los viejos verdes que más abundaban a su alrededor; que sentía una lícita y honda complacencia en verse objeto de sus codiciadas atenciones; que le ola con gusto y que se apartaba de él con cierta pena; que después de cada entrevista le duraba su recuerdo largas horas; que se preparaba para la inmediata con mayores precauciones que las de costumbre en parecidos casos, y, por último, que haría cualquier sacrificio por vencerle en el duelo medio empeñado entre ambos, es decir, por arrancarle el secreto de sus intenciones, la primera gota..., vamos, la señal de que el hielo se fundía al calor del... interés que ella le inspiraba; pero ¿no puede sentirse y desearse e intentarse todo esto sin amor? ¿No bastaba el móvil de la curiosidad para que lo sintiera, lo deseara y lo intentara una mujer como ella? ¡Oh!, el amor presenta síntomas bien diferentes de éstos; se nota en algo más profundo y más sensible que la memoria y el discurso; se siente en lo más vivo del corazón, y el de ella no era, hasta la fecha, más que una víscera que funcionaba con la inalterable regularidad de un cronómetro.
Poema tranquilo y dulce la una; poema sombrío y desgarrador la otra; dos grandes mujeres, consideradas en cuanto al corazón, pero puestas en condiciones enteramente distintas: la una, altiva con su dignidad de mujer y de nobleza de raza; la otra, humilde, paciente, devorando en silencio las contrariedades de su nacimiento y de su vida; las dos hermosas, espirituales, codiciadas, celebradas; las dos hablando con lenguaje tentador, elocuente, al joven.
Vive para tus tías, vive para ser feliz, que yo buscaré en Dios otra felicidad mejor que todas esas tan codiciadas en el mundo. «No pienses que el término de nuestros amores se debe a todos esos embustes que corren en Villaverde, que trajeron hasta aquí las Castro Pérez, y de los cuales tú mismo me has hablado; no, Rodolfo: no soy injusta ni ligera. Ya me conoces.
Palabra del Dia
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