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Actualizado: 20 de junio de 2025


Hacia mediodía, cuando un hermoso sol de invierno blanqueaba la nieve y fundía la escarcha de los cristales, y cuando el arrogante gallo rojo, sacando la cabeza del gallinero y moviendo las alas, lanzaba su grito triunfal, que repetían los ecos del Valtin, de repente el perro de la puerta, el viejo Johan, que estaba completamente mellado y casi ciego, prorrumpió en aullidos tan alegres y al mismo tiempo tan lastimeros, que todo el mundo prestó atención.

La nieve, que se fundía, dejaba asomar de trecho en trecho terrones amarillos y formaba como anchas ondas que eran atravesadas por el cierzo. Presentaba el paisaje un aspecto severo y grandioso. No se veía una persona, y en todo el camino del valle, que serpentea entre los sotos hasta perderse de vista, no se divisaba un carruaje: parecía un desierto.

El colorido de los semblantes, el de las ropas y el de la decoración se armonizaba y fundía en un tono general de madera y tierra, tono a la vez crudo y apagado, combinación del castaño mate de la hoja, del amarillo sucio de la vena, del dudoso matiz de los serones de esparto, de la problemática blancura de las enyesadas paredes, y de los tintes sordos, mortecinos al par que discordantes, de los pañuelos de cotonía, las sayas de percal, los casacos de paño, los mantones de lana y los paraguas de algodón.

Su vida se fundía en un chorreo de azúcar líquido... Y todavía adivinaba Ferragut las desobediencias de los dos viejos á las disciplinas del régimen, sus ocultamientos infantiles, sus astucias para gustar á solas las frutas y los jarabes, encanto de su existencia. Fué corta la entrevista. El capitán debía volver al Grao, donde le esperaba su trasatlántico, pronto á zarpar para la América del Sur.

El rostro pálido de Beatriz, con sus grandes pupilas y sus luengas pestañas como llorosas, posábase ahora sobre la página de su libro de oraciones, sobre las colgaduras del lecho, sobre el mismo Crucifijo, al cual confiaba su cuita. Fantasma fatuo y caprichoso como una llama volátil, y ante el cual su corazón se fundía de ternura.

Reconocía que era hermoso de cuerpo, noble de alma, y culto y rico de inteligencia; que levantaba muchos codos por encima de los galantes frívolos, de los mozos simples y de los viejos verdes que más abundaban a su alrededor; que sentía una lícita y honda complacencia en verse objeto de sus codiciadas atenciones; que le ola con gusto y que se apartaba de él con cierta pena; que después de cada entrevista le duraba su recuerdo largas horas; que se preparaba para la inmediata con mayores precauciones que las de costumbre en parecidos casos, y, por último, que haría cualquier sacrificio por vencerle en el duelo medio empeñado entre ambos, es decir, por arrancarle el secreto de sus intenciones, la primera gota..., vamos, la señal de que el hielo se fundía al calor del... interés que ella le inspiraba; pero ¿no puede sentirse y desearse e intentarse todo esto sin amor? ¿No bastaba el móvil de la curiosidad para que lo sintiera, lo deseara y lo intentara una mujer como ella? ¡Oh!, el amor presenta síntomas bien diferentes de éstos; se nota en algo más profundo y más sensible que la memoria y el discurso; se siente en lo más vivo del corazón, y el de ella no era, hasta la fecha, más que una víscera que funcionaba con la inalterable regularidad de un cronómetro.

Su cerebro desequilibrado trastornaba todas las leyes divinas y sociales, las fundía de nuevo a su capricho. Para ella, el amor del joven presbítero era un puro idealismo conforme con el espíritu cristiano: hallaba en las historias de los santos varios casos semejantes.

Todo esto fué rapidísimo, casi instantáneo, sucediéndose las imágenes con una velocidad que las fundía unas en otras. Sólo recuerdo el salto grotesco y horrible, un salto de fusilado, que dió la víctima al desaparecer bajo el automóvil con los brazos abiertos. El vehículo se levantó como una lancha sobre una pequeña ola. Pero esta ola era sólida, y su dureza pareció crujir.

Petulancia, sentimentalismo, vanidad, tristeza, todo esto se fundía en mi alma, haciéndome creer unas veces que era un héroe y otras un desdichado. Mis penas procedían de Dolores. Yo hubiera querido identificarme con ella, saber sus pensamientos más íntimos, penetrar en su alma. Sueño irrealizable. Siempre había en ella una reserva, un temor de dejar su espíritu al descubierto.

Palabra del Dia

irrascible

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