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Actualizado: 26 de septiembre de 2024
La ferocidad pintada en los semblantes no excluía la expresión de sufrimiento por las privaciones y trabajos; pero estaban alegres, cantaban, reían y se las prometían muy felices. En las filas se codeaban los muchachos con los viejos, y al lado del niño, precoz guerrero lleno de ilusiones de gloria, estaba el veterano que se había batido en las campañas heroicas del año 8.
Cuando la cabalgata se alejó de allí, don Simón no pudo menos de decir a don Celso, con desencanto: Si éste es de los que me apoyan en el distrito, ¿cómo serán los que me combaten? ¿Qué puedo prometerme de los dudosos? No haga usted caso de palabras ni de semblantes, señor don Simón respondió don Celso . Ese hombre, como usted le ve, donde pone la intención mete la cabeza.
Corría como un gamo, aunque disimuladamente, para no perderlos de vista. ¡Cómo me saltaba el corazón! Los gritos de los muchachos herían mis oídos con dulzura inefable; las calles se mostraban más animadas que de ordinario; los semblantes de los transeúntes parecían más alegres; el cielo estaba más azul; el sol brillaba con más fuerza.
Con una intensa emoción pintada en los semblantes cambiáronse algunas palabras y Tristán, acompañado de sus amigos, entró apresuradamente en la finca y volvió a salir por la puerta enrejada, subiendo al coche que les aguardaba. Poco antes de la hora de comer Clara recibió una carta suya previniéndole que no le esperase, que comía con unos amigos y no volvería a casa hasta la hora de costumbre.
SITA. ¿No tienen por objeto restaurar los semblantes de los heridos en el rostro...? LA MARQUESA. ¡Eso es...! Veo que tiene usted ya conocimientos quirúrgicos. Siento que no nos hayan enviado heridos del rostro; como siempre, la generala se ha conducido tan torpemente, que nos vemos privados de tan interesantes heridos.
»¡Todo sea por Dios! Quizás esto sea lo mejor.» En los días sucesivos nada vino ya a turbar la alegría de los novios, y durante una semana pudo verse asomar a todos los labios la sonrisa, sin que la menor sombra flotase en el ambiente ni pudiese vislumbrarse que entre los cuatro corazones reunidos allí había dos amargados por la pena que allá en la soledad hacía a sus semblantes recobrar la triste expresión oculta bajo la ficción del disimulo.
El pavimento era de mármol y los zócalos de azulejos; sobre éstos, y cubriendo gran parte de la pared, había cuadros al óleo de aquella escuela andaluza que ha llevado a los lienzos el tono caliente de la tierra, la esplendidez de la inflamada atmósfera y la agraciada melancolía de los semblantes. Afortunadamente para mí, Amaranta se dignó recibirme.
Los rizos perfumados de la joven tocaron las mejillas de don Juan y sus ojos se sintieron atraídos por la mirada dulce, apasionada, saturada de amor y de deseo del joven. Aquellos dos semblantes se unieron y resonó el estallido de un doble beso. Y entonces el bufón se separó del tapiz, se alejó y dijo bajando las escaleras: ¡Oh! ¡gracias á Dios! el veneno es inútil: el veneno no matará á nadie.
Todos hacían esfuerzos por parecer alegres; se hablaba en voz alta, se reía comentando la torpeza del criado, el miedo de Manuel Antonio a volcar. Traslucíase, no obstante, una gran tristeza. Cuando la conversación se interrumpía, las frentes se arrugaban, los semblantes se oscurecían. Al entablarla de nuevo, las palabras resonaban lúgubremente en el lujoso comedor.
El día sobreviene, y los semblantes pálidos de los reclutas; su fatiga y extenuación revelan todo lo que se ha aprendido en la noche. Al fin da descanso a su tropa, y lleva la generosidad hasta comprar empanadas, y distribuir a cada uno la suya, que se apresura a comer, porque es parte ésta de la diversión.
Palabra del Dia
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