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Actualizado: 26 de junio de 2025
Al aparecer el intruso, todas las miradas refluyen hacia él, y por cada uno de aquellos semblantes burlones y mundanos de «gente de teatro», pasa el mismo pensamiento, la misma expresión de sorpresa irónica: «¡Un autor novel!» Siente el mozo en las mejillas el choque, casi hostil, de tantos ojos curiosos, mas no se desconcierta, y confiado, sereno, con esa serenidad risueña que distingue á los fuertes de voluntad, avanza hacia el grupo: ¿El señor X...?
En los tipos presentados en las dos series y que pasan de quinientos, traté de buscar la configuración, los rasgos y aun los mohines de la fisonomía nacional, mirando mucho los semblantes de hoy para aprender en ellos la verdad de los pasados. Y la diferencia entre unos y otros, o no existe, o es muy débil.
Sin embargo, procuraban estar finos, y lo echaban a broma de modo que el hombre no se incomodase. Cuidado con que no me apriete el sombrero dijo éste riendo. Le tomaron después la medida de la talla y la longitud de los brazos en cruz. Al ver el número que señalaba la cinta se dirigieron una mirada de ansiedad: la consternación más profunda se pintó en sus semblantes. El traje holgadito, ¿eh?
Sus rostros cadavéricos, desencajados, daban miedo: su cuerpo se estremecía con incesante temblor, cual si estuviesen acometidos de terror pánico. En los semblantes de las damas, sonrosados y frescos, se dibujó el miedo y la angustia. El médico sonrió de aquel modo extraño que lo hacía, mirándolas con sus grandes ojos negros, insolentes. No es un cuadro muy agradable, ¿verdad? les dijo.
A los pies del lecho, indolentemente envuelta en una especie de bata de color de rosa con encajes, mal cogidas las anchas trenzas negras, extendidos los pies, que calzaban unos chapines de tafilete blanco, apoyado un brazo en otro brazo del sillón, y sobre la mano uno de esos semblantes en que no se sabe qué admirar más, si la fuerza de la juventud, la fuerza de la hermosura ó la fuerza de la expresión, había una mujer como de veinticuatro años, sonriente, alegre, escuchando con delicia á Quevedo, que leía uno de los mejores capítulos del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
4 Su parecer, como parecer de caballos; y como gente de a caballo correrán. 5 Como estruendo de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como sonido de llama de fuego que consume hojarascas, como fuerte pueblo aparejado para la batalla. 6 Delante de él temerán los pueblos; se pondrán pálidos todos los semblantes.
Así, cuando vio aquel cerco de semblantes fieros; cuando se vio amenazado por tantas manos e injuriado por tantas lenguas, desde la provocativa de las mujeronas hasta la severa y comedida del guardia civil; cuando notó la saña con que le perseguía la muchedumbre, en quien de una manera confusa entreveía la imagen de la sociedad ofendida, sintió que nacían serpientes mil en su pecho, se consideró menos niño, más hombre, y aun llegó a regocijarse del crimen cometido.
Lo que en nosotros era admiración, en los indios era un terror visiblemente marcado en sus bronceados semblantes y en la estupefacción de sus miradas. Las escalas se encontraban fuera del bote, pero ninguno de los indios se atrevía á fijarlas en la roca. Vamos, muchachos dijimos por último, colocar las escalas y no tengáis miedo alguno.
La pobre niña, sin comprender qué significaba aquel cambio, sintió su pequeño corazón apretarse; exploraba con sus bellos ojos profundos los semblantes y trataba de descifrar el enigma que guardaban. Se hizo más grave, más recelosa, más tímida. Y como viera que le negaban los juguetes o las golosinas que antes le otorgaban a manos llenas, se abstuvo de pedirlos.
Su fisonomía es triste y de una fealdad repugnante; pero en vez de manifestar abatimiento esprime una ferocidad salvage. Las mugeres no tienen el menor atractivo; en ellas se descubren los mismos rasgos característicos que en los hombres: entre los niños tambien se nota la ausencia de la jovialidad y alegría; llevan entre tanto en sus semblantes la enseña de la malignidad é indisciplina.
Palabra del Dia
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