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Actualizado: 26 de julio de 2025
Tronaban los cañones de los navíos fondeados en la bahía; y entre el blanco humo las mil banderas semejaban fantásticas bandadas de pájaros de colores arremolinándose en torno a los mástiles. Los militares y marinos en tierra ostentaban plumachos en sus sombreros, cintas y veneras en sus pechos, orgullo y júbilo en los semblantes.
No sé por qué me pareció advertir en todos los semblantes cierta expresión de disgusto. Los oficiales en el alcázar de popa y los marineros y contramaestres en el de proa, observaban los navíos sotaventados y fuera de línea, entre los cuales había cuatro pertenecientes al centro. Se me había olvidado mencionar una operación preliminar del combate, en la cual tomé parte.
Además, todos los lunes, que es el día que corresponde a la Oración en el Huerto, sudaba a imitación de Nuestro Señor, tanta sangre de toda su piel, que era preciso mudarla dos o tres túnicas al día. Al hablar de aquellas cosas, las voces temblaban de modo extraño y los semblantes más recios se ablandaban y palidecían como oreados por un soplo divinal.
En otra ocasión, en aquellos mismos sitios, pobres, desgraciados e inseguros del porvenir, la alegría y la salud brillaba en nuestros semblantes. A la sazón, ricos y poderosos, la inquietud y los sufrimientos marcaban en nosotros sus huellas.
Algunos semblantes traslucían el asombro del hecho remotísimo que la Iglesia festejaba, y las pupilas iban como pujadas hacia afuera con estupor semejante al de San Juan y San Pedro camino del sepulcro. Al llegar a la plazoleta de la Catedral, el escudero tuvo que hacer apartar a los rústicos para dar paso a la silla.
El ingenuo buen humor de Cipriano normalizó los crispados semblantes. El contraste entre la gravedad de los actos realizados y la placidez del que los llevaba á cabo daba á su declaración un picante sabor. Con indiferencia sublime, pisoteaba las leyes y desafiaba á los poderes públicos como un héroe ó como un bandido.
Pero el club es el club, y aquella noche, los violines, riendo bajo la cuerda de los arcos, transmitían la alegría y el entusiasmo singular de la música a todos los semblantes. De pie, delante de la puerta que da paso a la gran escalera del comedor, yo seguía el vuelo espiralado de las parejas impelidas por el soplo caliente de un vals de Metra.
Con esos soldados cuento, dijo el príncipe inglés, y con otros muchos como ellos, para hacer entrar en razón á los usurpadores de Castilla y Mallorca. Sonriéronse ambos pretendientes, revelando en sus semblantes la satisfacción y la confianza con que habían oído aquellas palabras.
Ramiro notó que algunas miradas descendían gravedosas, mientras otras escudriñaban, uno a uno, los semblantes. Entretanto, don Enrique Dávila respondía a la frase del Canónigo con injuriante risa haciendo saltar entre sus dedos el joyel que pendía de su cadena. Don Enrique: «Las barajas excusallas» dijo entonces el Lectoral.
Pero no tardó en encariñarse con la Fábrica, en sentir ese orgullo y apego inexplicables que infunde la colectividad y la asociación, la fraternidad del trabajo. Fue conociendo los semblantes que la rodeaban, tomándose interés por algunas operarias, señaladamente por una madre y una hija que se sentaban a su lado.
Palabra del Dia
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