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Las familias argentinas habían acogido al principio su desbordante familiaridad con una extrañeza altiva. ¡Viajan tantos aventureros hacia su país!... Pero al notar que no era gringo, sino gallego puro, se ablandaban, mostrándose más comunicativas, como si encontrasen algo en él que les hacía recordar a sus ascendientes.

Creyó por un momento que el suelo escapaba bajo sus pies; se sintió flotar, rodeado de fuerzas misteriosas que rompían y ablandaban su voluntad. Pasó una mano por su frente, como si quisiera repeler muy lejos esta flaqueza momentánea. «¡Ah, perra!», exclamó mentalmente, insultando á la fortuna, seguro otra vez de que iba á esclavizarla. Y continuó jugando.

Vagos y finos perfumes embalsamaban el aire, penetraban en los sentidos y ablandaban el corazón, que parecía fundirse en el pecho con una sensación de desvanecerse y de evaporarse en el éter... Era aquello delicioso y hubiera yo querido que Luciana participase de mi encanto, pero seguía nerviosa y despechada.

Cuando «había hule» y llegaba un telegrama anunciando la terrible cogida de un torero de la tierra, la emoción y la solidaridad patriótica ablandaban a los respetables senadores, hasta el punto de participar a cualquier transeúnte amigo el importante secreto. La noticia circulaba instantáneamente por los cafés de la calle de las Sierpes, y nadie la ponía en duda.

Y decía entre : ¿Qué más locura puede ser que ponerse la celada llena de requesones y darse a entender que le ablandaban los cascos los encantadores? Y ¿qué mayor temeridad y disparate que querer pelear por fuerza con leones?

Además, todos los lunes, que es el día que corresponde a la Oración en el Huerto, sudaba a imitación de Nuestro Señor, tanta sangre de toda su piel, que era preciso mudarla dos o tres túnicas al día. Al hablar de aquellas cosas, las voces temblaban de modo extraño y los semblantes más recios se ablandaban y palidecían como oreados por un soplo divinal.

Y de unos y de otros he de sacar metal, mujer, mucho metal, para desempeñar lo que hemos empeñado, y quitar trampas... fuera trampas, venga acá dinerazo de la gente carlina, y juntándolo con el dinerito de la gente masona, verás como nuestra hacienda se pone otra vez de pie.... La reconciliación era ya segura, y los endurecidos ánimos se ablandaban rápidamente al calor de la confianza.

Entonces la asedié con mayor empeño: insistí, supliqué, lloré..., y conseguí que ella llorara también. Comenzaban los diques a quebrantarse, y esta era una buena señal. »Mientras lloraba, con la frente apoyada sobre mi pecho, yo la hablaba dulcemente al oído, y el corazón me iba diciendo que las durezas se ablandaban y que el torrente se desbordaría.