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Las poblaciones ribereñas se agrandaban, el mar se llenaba de velas, las mesas eran más opulentas, surgían industrias, se abrían fábricas y circulaba el dinero en la costa, atraído del interior por el comercio de pesquería y de conservas.

La pobre niña no podía felicitarse mucho del resultado final de su diplomacia. De tiempo en tiempo trataba de lanzar al triunfante señor de Bevallan miradas llenas de desdén y de amenaza; pero en esa atmósfera tempestuosa que hubiera inquietado seguramente á un novicio, el señor de Bevallan respiraba, circulaba y revoloteaba con la más perfecta facilidad.

Funes, que registró los archivos del vireinato, refiere, que en la entrevista que tuvo el capitan Zavala con el cacique Sepé Tyaragú en el pueblo de San Miguel, dijo este "que circulaba en aquellos pueblos una carta del Gobernador de Buenos Aires, dirigida al Superior de las Misiones, ordenando

Sólo unos cuantos metros separaban la vida moderna que circulaba por lo alto de aquella hondonada, donde aún subsistían las tradiciones de la existencia nómada, la barbarie de una raza errante insensible a todo progreso. Las dos vidas rozábanse diariamente, pero se ignoraban, se desconocían, sin que los de abajo, en su aislamiento, sintiesen la más leve influencia de los de arriba.

Sentimos vagamente aquella idea que poco antes aplicábamos á todo; que se filtraba por decirlo así en todos nuestros conocimientos; que era como la vida que circulaba y que sentíamos en todas nuestras percepciones; pero ella en , en su aislamiento, en su pureza, nos escapa de continuo; mezclada con todas las cosas, vemos que es algo distinto de las cosas; la separamos de una, y se une con otra; hacemos un esfuerzo por incomunicarla con todo lo que no sea ella misma, y entonces el espíritu siente una especie de desfallecimiento, como que todo se desvanece á sus ojos; y á falta de realidades, parece contentarse con nombres, que pronuncia y repite mil veces, como envolviendo en ellos lo poco que le resta de realidad.

La corriente indiánica, que los japoneses llamaban «el río negro» á causa de su color, circulaba entre las islas, manteniendo más tiempo que la otra sus potencias prodigiosas de creación y agitación, lo que le permitía trazar sobre el planeta una enorme cola de vida. Su centro era el apogeo de la energía terrestre en creaciones vegetales y animales, en monstruos y pescados.

De estas cosas se reía Salvador, y para captarse su voluntad y amansar un poco su arisco genio, hasta ideó afectar simpatías por el Infante y la apostólica insurrección. Una mañana le llevó la noticia que circulaba por la ciudad, dando motivo a infinitos comentarios. Zumalacárregui se había pasado al campo carlista.

Caminaba la pareja silenciosa, a paso igual y rítmico, midiendo Artegui su andar largo y varonil por el paso más corto de Lucía. En las calles la gente circulaba de prisa, animada, como el que va a algo que le interesa: no con esa lentitud de los españoles que se pasean por tomar el aire y matar el tiempo.

Ojeda, con su lírico entusiasmo, reconstruía los pensamientos de la muchedumbre cosmopolita que iba hacia el Sur tendiendo las manos tras el aleteo de la diosa sin cabeza. Este nombre circulaba como una música por el mundo viejo, despertando las almas adormecidas.

Al principio, la guerra cortaba el sueño, hacía intragable la comida, amargaba el placer, dándole una palidez fúnebre. Todos hablaban de lo mismo. Ahora, se abrían lentamente los teatros, circulaba el dinero, reían las gentes, hablaban de la gran calamidad, pero sólo á determinadas horas, como algo que iba á ser largo, muy largo, y exigía con su fatalismo inevitable una gran resignación.