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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Desde mi sitio contemplaba yo las idas y venidas de un anciano que circulaba tranquilamente por las alamedas. Todo el día estaba podando los árboles, cavando, regando, cortando las flores marchitas con minucioso esmero.

Palpábase, buscando consuelo, con sus manos secas y hallaba la misma suavidad y frescura. Aquella carne no se había marchitado. Bajo ella palpitaba la juventud, circulaba una sangre ardiente, ávida de goces, devorada por la creciente necesidad de las embriagueces del amor.

Otros entusiastas iban entrando en el comedor, con mísero pelaje y cara famélica: revisteros obscuros en periódicos que sólo conocían los lidiadores a quienes se dirigían sus elogios y censuras; gentes de problemática profesión, que aparecían apenas circulaba la noticia de la llegada de Gallardo, asediándolo con elogios y peticiones de billetes.

Un enjambre de góndolas ó barquichuelos pintados de verde, rojo, amarillo y azul, y montados por diestros bateleros, circulaba en pintoresca confusion por en medio de los grandes vapores y los bergantines, solicitando pasajeros que quisiesen ir á tierra á tomar víveres frescos, helados deliciosos y frutas de todas clases.

La noticia de su fortuna circulaba por todo el edificio. A aquellas horas los señores de la administración debían estar hablando en su despacho del piso alto de esta mala jugarreta que se permitía con ellos el azar. Algo extraordinario y emocionante, igual al soplo de una revolución, se extendía hasta los últimos rincones.

Los ricos aplaudían á la guardia civil cuando daba tormento, resucitando los procedimientos salvajes de la Inquisición; los pobres admiraban al fuerte, al audaz, viendo muchos de ellos la suprema gloria en la bomba de dinamita; los gobiernos, ante el más insignificante motín, abominaban de la libertad como si fuese un fardo abrumador... En otros tiempos, los católicos rancios presentaban sus pruebas de pureza de sangre para demostrar que estaban limpios de todo origen judío ó mahometano. ¿Quién podría jurar hoy que no circulaba por sus venas sangre de fraile ó de familiar del Santo Oficio?

Grandes tiendas llenas de riquezas, restoranes célebres, mujeres, champañ, dinero... Y los hombres, orgullosos de que sus conductores se dignasen hablar con ellos, olvidaban la fatiga y el hambre, reanimandóse como las muchedumbres de la Cruzada ante la imagen de Jerusalén. «¡Nach ParísEl alegre grito circulaba de la cabeza á la cola de las columnas en marcha, «¡A París! ¡A París!...»

Este enfermo crónico comía con una voracidad pantagruélica, y para vencer la torpeza de sus digestiones caminaba a todas horas por el buque, ensalzando las ventajas de la marcha. Únicamente en el café se le veía sentado: el resto del día lo pasaba dando vueltas en la cubierta; y cuando la afluencia de gentes dificultaba su tenaz ambulación, circulaba abajo por los pasillos de los camarotes.

Sólo empieza a notarse que, pasados algunos días, los compradores escasean, y en vano se les ofrecen pañuelos de espumilla bordados por cuatro reales; nadie compra. ¿Qué ha sucedido? ¿Remordimientos de la plebe? Nada de eso. Se ha agotado el dinero circulante; las contribuciones por una parte, el secuestro por la otra, la venta barata, han reunido el último medio que circulaba en la provincia.

Después de uno de los períodos más activos de su vida y cuando por todos los públicos cultos de Europa circulaba el anuncio de la famosa obra El consulado y el imperio, Luís Adolfo Thiers emprendió un viaje por diferentes naciones, siendo una las que visitó España, viniendo hasta el mediodía, y deteniéndose en Sevilla cerca de una semana. De la estancia de Mr.

Palabra del Dia

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