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Pero, ¿se encontraba, acaso, en aquel momento, mejor dispuesto a apreciar la bella música? ¿Era más dichoso? ¿Había recuperado al fin a su Judit, o la había perdido? Todavía ignorábamos los obstáculos que los separaban, y nuestra impaciencia por conocer el desenlace de la historia se aumentaba con la ausencia del narrador.

EVARISTA. ¿Y ya mayorcita, cuando vivías en Hendaya... también...? ELECTRA. Los primeros años nada más. Jugaba yo entonces con muñecas vivas: los pequeñuelos de mi prima Rosaura, niño y niña, que no se separaban de : me adoraban, y yo a ellos. De noche, en la soledad de mi alcoba, los niños dormiditos, aquí ellos... yo aquí. EVARISTA. ¡Oh! no sigas, por Dios.

En otros términos: la escena principal, por medio de los carros que la circuían, estaba rodeada de otras escenas parciales, que se confundían con ella, engrandeciéndola con el auxilio de las cortinas, ó separaban á unas de otras, según las circunstancias.

Aquellos hierros que les separaban y que él inútilmente sacudía con impotente fuerza, eran sus propios votos, y aquel instante supremo de su vida, la ratificación solemne de la infame ley que le decía: «No te amaránSintiéndose morir, dejó caer con desaliento los brazos, y todo su rencor se disolvió en dos lágrimas que rodaron lentamente por su abrasado rostro.

La idea de que fuera un espíritu superficial, no inquietaba a la joven, tanto la había conquistado su flirt galante, cuyo recuerdo exageraba, y a veces se sorprendía contando los días que la separaban del miércoles en que lo volvería a ver. ¡Cuánto lugar ocupaba en su vida, aquel desconocido de ayer!

Ella se ponía muy pensativa y no decía palabra en media hora; los pobres chicos miraban al cielo alternativamente, como si en el cielo se hallara escrita la solución de aquel problema. Se separaban. Clara depositaba sus amarguras en el seno de su amiga Ana.

Los preliminares fueron muy largos y yo contaba los minutos que aún me separaban de mi libertad. Por fin se oyó la señal. A título de laureado de filosofía fui llamado el primero.

Todos los que aman, o los que amaron, se imaginarán fácilmente las imaginaciones, la fiebre, los súbitos transportes de esperanza, los repentinos golpes de desaliento que atenazaron el alma de Jacques Fabrice en las eternas horas que le separaban del mañana.

Si en la superficie de un círculo se le pintaban otros círculos menores, de color diferente, él veria los pequeños dentro de los grandes, pues no era posible otra cosa supuesto que veia; pero al preguntársele si el uno le parecia mayor que los otros, si distinguia los límites que separaban á los pequeños entre , él, que no habia tenido tiempo de aprender el lenguaje relativo á las nuevas sensaciones, debia de dar respuestas muy disparatadas, que los observadores tomarian quizás por la expresion de fenómenos curiosos.

Cuando comenzó Calderón á escribir para el teatro, no encontró, como Lope de Vega al principio de su carrera, confusos ó informes materiales de más ó menos valor, ni un caos de elementos dramáticos desordenados, que esperaban la obra de su imaginación, creadora y reguladora, para trazarles su fondo y su forma poética, sino que, al contrario, se le presentó un campo bien cultivado en todas las direcciones posibles, y además una poesía dramática con hondas raíces en los teatros españoles, lozana y esplendente, resultado de los esfuerzos reunidos de muchos talentos distinguidos; y no sólo, en su forma y carácter general, se presentaba el drama claro y concreto, sino que, en particular, eran bien conocidos los límites que separaban á las diversas especies de obras dramáticas, con arreglo á la predilección particular que manifestaba hacia ellas la afición de los españoles.